La información se filtra por hendijas breves, los diálogos son escuetos y justos. De allí aprendemos que la soledad del personaje de Mora Arenillas deviene de una reciente orfandad y un viejo abandono paterno, características que donan a su vida callejera en Buenos Aires de un cariz lastimoso y a su huida al sur de total verosimilitud. Arenillas es un ser herido que huye, pero no como esos animales que se refugian en la soledad de una madriguera a lamer sus heridas, ese estadío parece ya haber sucedido y estar escondido en el fuera de campo del pasado. La chica va hacia adelante y enfila su futuro hacia un hermano, un trabajador de una fábrica de celulares de Río Grande, en los bordes fueguinos del fin del mundo.