Esta versión cinematográfica de la novela de Delia Owens «Where the Crawdads Sing» sigue al pie de la letra el manual de adaptaciones de best sellers para cine. En HBO Max.
Películas como LA CHICA SALVAJE podrían ser usadas como ejemplo de cómo filmar de una manera previsible y obvia de un best seller literario. Todos los elementos clásicos de las convencionales adaptaciones están ahí: la literaria voz en off, los bellos paisajes, el drama teñido de un costado policial, el sufrimiento bien fotografiado, el paso del tiempo con maquillaje incluido y la excesiva duración. Da la impresión que la realizadora leyó el manual de la adaptación literaria y lo siguió paso por paso. El problema es que no le salió, digamos, LOS PUENTES DE MADISON sino algo más parecido a una rutinaria y algo avejentada telenovela.
El film, basado en la popular novela WHERE THE CRAWDADS SING, de Delia Owens, que vendió 15 millones de ejemplares en los Estados Unidos y que fue comprado por la compañía productora de Reese Witherspoon (especialista en producir este tipo de materiales), cuenta la historia de Kya Clark, una chica que vive en los pantanos de Carolina del Norte. En la versión para cine la conocemos ya veinteañera, a fines de los años ’60, cuando, tras la muerte de un popular joven de la universidad local en una zona cercana a la que ella vive, es acusada de haber sido la culpable. Kya es llevada a juicio y a partir de allí la película vuelve para contar su historia desde su infancia en los ’50, regresando de vez en cuando a los testimonios del caso.
La suya es una historia de marginación y opresión, de un padre alcohólico y violento que maltrataba a su mujer y a sus hijos, de una madre que los abandonó y lo mismo fueron haciendo sus hermanos hasta que la pequeña Kya se quedó sola con el padre, quien desaparecería del mapa poco después. Sin casi relacionarse con el resto de la sociedad, la chica se educó sola (fue un día solo al colegio y terminó escapándose) y de a poco fue conectándose con la naturaleza al punto de convertirse en una especialista en el comportamiento de la fauna y flora del lugar.
Mientras el juicio avanza –con el pueblo dejando en claro toda su violencia (y sus prejuicios) para con la chica y su abogado defensor (David Strathairn) haciendo lo posible para probar su inocencia–, el guión de Lucy Aliber va mostrando sus primeros romances, sus decepciones, sus primeros éxitos literarios y algunos de los agresivos personajes de la ciudad que la rodean, entre ellos la víctima del asesinato por la que se lo acusa, un tal Chase Andrews. Es claro que se trata de un tipo violento y mentiroso que se aprovecha de ella de formas un tanto crueles, pero de ahí a que ella lo haya matado parece haber una gran distancia, además de una enorme diferencia de poderío físico.
Es así que la película bascula entre el melodrama romántico y la trama policial. En el primer caso pasa más que nada por la relación entre Kya y Tate (Taylor John Smith), un universitario interesado también en la naturaleza. Y lo segundo por la manera en la que todo el mundo parece decidido a culparla aún cuando no hay pruebas. Pero el modo principal de la película será prolijo, meloso y de baja intensidad, más allá de alguna que otra escena violenta.
En cierto modo LA CHICA SALVAJE parece retomar el modelo clásico del «best seller femenino» que parecía haber empezado a desaparecer en estas épocas más feministas. De todos modos, ese costado está presente, solo que perdido dentro del pastiche telenovelístico que presenta Newman. Si bien Edgar-Jones (NORMAL PEOPLE) es una excelente actriz, los clichés a los que apela esta historia terminan rebajando todo a un terreno bastante básico. La película no hace más que colorear, de la manera más escolar posible, lo que estaba en la novela. Y no mucho más que eso.