Nada es lo que aparenta en la adaptación del best seller de Delia Owens
Basada en la novela de 2018 Where the Crawdads Sing o Donde cantan los cangrejos (escrita por la bióloga y especialista en vida salvaje Delia Owens), cuya primera edición fue humilde en base al éxito inesperado en que el libro se convirtió, con una venta, cuatro años después, de 15 millones de ejemplares, llega a los cines La chica salvaje, dirigida por Olivia Newman.
La película está ambientada en la zona de Carolina del Norte, entre las décadas de 1950 y 1960, y suma al marco silvestre elementos de romance, literatura y cierta cuestión poética, además de misterios relativos al crimen que complica a Kya, la protagonista, atravesada por los hechos que forman parte y sostienen gran parte del relato.
El origen y el crecimiento de la niña que crece sola en la casa semidestruida en los pantanos, de la que cada uno de los integrantes escapa en orden como los payasos saliendo del coche (en una correlación de escenas que dan risa) es pobre y difícil de asimilar para el espectador, en el contexto del drama que está observando.
La adaptación es bastante terrible y difícil de ver. Estructurada en base a las líneas temporales que conforman la historia, tiene falencias graves a gravísimas, sobre todo de la mitad hacia el final.
Puedo decir que eventualmente el inicio y el desarrollo de la historia de la joven del título, interpretada por Daisy Edgar-Jones, son casi lo único posible de rescatar en el estado de confusión que reina en el film.
La película que suma en su elenco a otros nombres como Taylor John Smith, Harris Dickinson, David Strathairn, Michael Hyatt y Ahna O’Reilly, tal vez comete el error en confiar en la supuesta facilidad que resultaría en reformular un relato literario en uno audiovisual. Ni es sencillo ni es tan redondo como parece, y para una muestra La chica salvaje.