Atrapado en su propia trampa
Luego de aquella gran y ambiciosa aventura épica que se llamó Balada triste de trompeta (2010), y de su anterior paso por Hollywood con Los crímenes de Oxford (The Oxford Murders, 2008), Alex de la Iglesia vuelve a sus orígenes con La chispa de la vida (2011): una película con su particular sentido del humor, que transcurre en un específico escenario y con una fuerte crítica a la sociedad española.
Alex de la Iglesia sabe cómo atrapar al espectador. Y lo hace primero atrapando a su protagonista. Roberto Gómez (José Mota) está desesperado en la España asediada por la desocupación. Tal situación de encierro y desesperación es llevada al extremo por el director de La comunidad (2000) con su particular sentido del humor negro (muy negro en este caso). Roberto, su criatura, queda literalmente atrapado cuando su cabeza es incrustada por un hierro que lo inmoviliza. Si se mueve puede morir, si se queda la prensa hará un show mediático de su desgracia. Su oficio de publicista le permitirá hacer dinero de la poca dignidad que le queda, mientras que su familia (Salma Hayek interpreta a su mujer) tratará de evitar tal exposición.
Desde Crimen ferpecto (2004) que Alex de la Iglesia no ofrece un relato tan cínico sobre la sociedad española y sus miserias. Y lo hace con su particular estructura narrativa al convertir un hecho pequeño en un evento cinematográfico, utilizando todos los recursos del cine para sorprender y envolver a la platea. Como Roberto, el espectador no tendrá escapatoria y accederá a los vericuetos de la historia, asistiendo a todas sus miserias del protagonista y de la sociedad a la que pertenece.
La chispa de la vida trae como tema el crudo momento que atraviesa la sociedad española con la desocupación. Y es en tiempos de crisis donde la dignidad y miserias humanas se ponen en juego, parece decirnos el film. Estructurada como una tragedia griega pero sin perder el tono desopilante que caracteriza a su director, la película hace su retrato social. No por nada el protagonista es publicista y queda atrapado en un museo donde se encontraron restos de la civilización española.
En tal aspecto, puede criticársele a La chispa de la vida la explicitud utilizada para explicitar su mensaje, pero es justamente tal efectismo el que permite dar un discurso directo al espectador, atrapándolo y enfrentándolo a sí mismo, con los mismos recursos que usan los medios para persuadir a su audiencia.
Dicen que las grandes películas son aquellas que desde una historia particular pueden hablar de un tema universal. Se puede debatir si es o no una gran película, pero no puede negarse la efectividad de La chispa de la vida para trasmitir un relato sólido al público. Y eso ya es mucho.