Hace mucho, mucho tiempo, Billy Wilder realizó un film llamado El gran carnaval, donde un minero quedaba atrapado en una posición de fácil rescate y un periodista en la mala lo utilizaba para montar una operación gigantesca que lo devolviese a la fama. La chispa de la vida es, en gran medida, una remake, salvo que el punto de vista esta vez es el del hombre atrapado y el trasfondo, la crisis económica que atraviesa España. La diferencia también reside en que el humor de Álex de la Iglesia es más salvaje y repentino que el de Wilder, pero el problema básico reside en que la historia se vuelve alegórica, que su potencia satírica se vuelve crueldad y que las lecciones que debemos extraer de la situación nos estallan en la cara con una evidencia demasiado notable. Es una pequeña hazaña del guión que la negrísima posición en la que queda el personaje mantenga nuestro interés, pero para ello -también- debe el film volverse derivativo, en ocasiones sin rumbo, en busca de una tragedia anunciada. De la Iglesia multiplica las peripecias y los pequeños sketches para estirar el momento, un poco como los mismos personajes de la historia, aunque no siempre resultan pertinentes. Las perfectas actuaciones y buenas líneas de diálogos equilibran el panorama y permiten que el mensaje llegue a la audiencia, aunque sea algo que ya hemos visto y escuchado, y que quizás al ir al cine no tengamos demasiadas ganas de volver a oír.