ESA MIRADA CÓMPLICE
¿Quién mide cuál es la cima del mundo? En el ambiente de los músicos se podría relacionar a la cumbre con el reconocimiento externo, con la fama. Si pensamos en una protagonista compositora y cantante como Anastasia Amarante, su triunfo bien podría ser la cima. Sin embargo, la directora de este film nos demuestra que el que mira pone su impronta. La cima del mundo nos acerca a observar aquello fantástico que ocurre en la cotidianeidad. A veces no hace falta llegar lejos para tocar el cielo. Ya cantaba Chavela Vargas que “el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo”.
Anastasia vive con su madre. Terminó la escuela y no sabe muy bien qué debería hacer. Sabe que le gusta cantar y componer, pero encuentra limitaciones a la hora de ganarse la vida de eso. Lo intenta, pero la situación le genera mucha incertidumbre.
En esa búsqueda de respuestas en la que vive Anastasia, su madre representa un fuerte sostén. El film se apoya en este vínculo, va más allá de la búsqueda personal que persigue Anastasia. Se enfoca en la relación que tienen estas dos personas. Con sus diferencias, se contienen y ayudan. El espectador puede observar cómo ellas han construido un gran amor hacia la música. Ambas se encuentran en el canto.
Pero, lejos de ser color de rosa, la fortaleza del vínculo se compone de esos encuentros y desencuentros que tienen. Mientras que por momentos comparten mucha conexión sobre determinados temas, en otros parecen ser de dos mundos distintos.
El film muestra con naturalidad a las protagonistas. Mediante el uso de planos cortos se genera cierta intimidad. Junto con esto, los diálogos de su cotidianidad se vuelven potentes, resaltan por el grado de sinceridad y confianza que manejan ambas. La madre la apoya pero también la hace reflexionar sobre la importancia de su responsabilidad a la hora de emprender sus objetivos.
Ambos personajes brillan por su calidez. La madre resalta por sus narraciones, por la forma en la que le habla a la hija. En el caso de Anastasia, es fácil empatizar con ella por su grado de exposición y apertura a sus dudas y miedos.
El film reflexiona, de forma solapada, sobre esa “cima” de la que se habla en el título. Y quizás ese lugar alto, soñado, es, aquí, aquel vínculo fuerte, incondicional, como el que tienen las protagonistas. No es que no importe qué va a pasar con la vida de ambas, pero aquí el tiempo se detiene para mirar con ojos abiertos y expectantes un periodo de plenitud de un vínculo. Casi como si nos dijera como la canción “demorate aquí, en la luz mayor de este mediodía”.