El origen del mal o el miedo por venir
Uno de los factores más importantes a tener en cuenta al tratar de analizar esta realización es cómo nos es presentada la historia.
Una voz en off nos adentra en el relato a partir de sus recuerdos, o de un saber, como si se tratase de la mejor tradición oral, con la única salvedad de estar acompañadas por las imágenes que ilustran lo narrado.
Quién es éste narrador omnisciente, bien podría ser el director del filme, pero no, Michael Haneke lo corporiza en uno de los personajes de la historia, El Maestro, que a la postre será el protagonista de la historia que constituye la subtrama de la historia, pero no el personaje principal.
Otro elemento a considerar es la elección estética, ya sea por la fotografía en blanco y negro, por la iluminación hacia tonos fríos, lúgubres, que van retratando paisajes oscuros en un pueblo del norte de Alemania. La ausencia de una banda de sonido que pueda edulcorar las imágenes también esta en relación directa al diseño de producción del filme, que nos es presentado en forma deliberadamente atemporal, hasta que al estar finalizando un hecho nos ubica temporalmente la “Fabula”.
También hay que reflexionar sobre el tema propuesto, la profundidad con que es tratado, posiblemente no desde los personajes, pero sí desde el discurso del director, haga que todo lo anterior pase como desapercibido durante la proyección de la obra, para luego dar cuenta de conjunto.
De que va la historia. En ese pequeño pueblo comienzan a suceder hechos aislados, sin aparente conexión entre ellos, en el primero, el doctor tiene un “accidente” ecuestre cuando esta volviendo a su casa después de atender a un enfermo, razón por la cual durante mucho tiempo deba quedar internado en el hospital. Alguien extendió un cable a través del camino, lo cual inicia la búsqueda del culpable. Otros hechos de violencia se suman a este, todos sin posibilidad de resolución.
Gran parte de los habitantes, trabaja para El Barón dueño de las tierras, y los rangos de una comunidad casi medieval se eternizan, donde cada uno conoce y acepta el lugar que le asignan. Desde El Barón (amo y señor) hasta el encargado de la hacienda, la comadrona, los mismos granjeros, con una muy buena utilización de recursos narrativos, el guionista-realizador nos pinta a todos y cada unos de los personajes, incluido el huraño y riguroso Pastor, quien por falta de valor para enfrentarse a su propia mediocridad y a quien lo subsume en el ostracismo, somete a sus propios hijos a la denigración con una cinta blanca cada vez que no son estrictos en el cumplimiento del mandato moral. No sólo estos, sino todos los niños en edad escolar, miembros del coro de la iglesia, tienen especial relevancia y son objeto de brutales agresiones, así como generadores de violencia entre sus pares y pasibles de desconfianza, incluido un discapacitado hijo de la ama de llaves del doctor.
Este es otro factor de peso, los personajes infantiles y las interpretaciones de los niños y adolescentes sobre los cuales Haneke carga el peso dramático de la historia, ya que ellos serían los protagonistas, por edad, de sucesos posteriores de la historia de Alemania y del mundo
Es una realización de tempo lento, en apariencia, sin embargo es decididamente atrapante desde los títulos hasta la última toma. Nos punzan profundamente las imágenes y el solo hecho de identificarse con el director y/o su mente o con el maestro y/o su recorrido hacia una salida más luminosa, nos invita a quedarnos, mientras tanto vivir esa barbarie subyacente que nos hace experimentar, sabiendo que nos es muy común estar en presencia de una disección de la sociedad tan precisa que nos enfrenta a lo peor de nuestra historia y nuestro posible futuro.
Mientras iban transcurriendo los minutos, más se me aparecía como presentificación el filme de Ingman Bergman “El Huevo de la Serpiente” (1977), el origen del mal, la constitución de los regimenes totalitarios, la semilla del odio, de la discriminación, pero también la duda, el suspenso que genera el texto.
Por ultimo, no quisiera cerrar sin antes detenerme en algunas cuestiones “técnicas”. El filme es poseedor de un extraordinario planteamiento formal del relato, sustentado por una soberbia puesta en escena, inquietante uso del fuera de campo y un más que logrado diseño de montaje. Ya me he referido a la fotografía, a la excelente realización y a su guión perfecto. Todo lo apuntado hace que “La cinta blanca” pueda ser calificada como “obra maestra”.