Michael Haneke regresó a Alemania, su tierra natal, para filmar luego de trabajar en el extranjero. El creador de grandes películas como Funny Games y Caché, relata en esta obra una serie de acontecimientos ocurridos en una pequeña aldea alemana alrededor de 1910, los cuales buscan representar el momento en el cual se plantó (y germinó) la semilla que décadas después dará sus frutos y se convertirá en el nazismo.
El cine de Haneke se siente. La opresión que se vivía en aquella época puede verse en los encuadres de realizador alemán. Una larga y apacible toma de un pueblo tranquilo, produce, inexplicablemente, muchos nervios en el espectador. Ocurre lo mismo con todas las tomas del filme. Sabemos y sentimos que algo no anda bien.
Un caballo y su jinete tropiezan misteriosamente con un cable amarrado entre dos árboles, el hijo del barón es encontrado maniatado en un establo con claros signos de maltrato, en el bosque golpean y dejan al borde de la muerte a un niño con problemas mentales. Haneke no nos muestra al culpable y nos hace desconfiar de todos.
La belleza de las imágenes en blanco y negro fruto de la excelente fotografía de Christian Berger (nominado al Oscar por este trabajo) no puede disfrutarse con tranquilidad. El espectador no podrá parar de hacer conjeturas y tratar de deducir durante todo el filme quién es el responsable los actos.
La respuesta es simple, absolutamente todos son culpables. El pequeño pueblo está contaminado, como en un futuro lo estará la nación. Las estrictas costumbres y prácticas de los padres frente (y hacia) a sus hijos y la aplicación de una doctrina religiosa a rajatabla, sembrarán en los corazones de esos niños un odio y un resentimiento que, sin duda, años después, los llevará a apoyar un movimiento como el nacionalsocialista.
En síntesis, una película para ver, sentir y sufrir, con escenas increíblemente realizadas y por momentos muy fuertes. Varias historias paralelas irán tejiendo la trama para llegar a un producto casi perfecto con un final abierto, que como todos sabemos termina treinta años después convirtiéndose en una de las páginas más oscuras de la humanidad.