Luego de realizar la calcada pero sorprendente remake americana de su film Funny Games, Michael Haneke, uno de los grandes cineastas de la actualidad, se alzó con todos los premios internacionales con esta, su última película. La cinta blanca ha sido considerada por muchos como la gran obra maestra de Haneke. Quien esto escribe no está tan seguro de ello, y cree que esta consideración se basa en dos aspectos concretos: La puesta en escena, más convencional que buena parte de sus películas (incluyendo una voz en off que hace más digerible el relato), y el tono general, que juega con lo aparentemente bucólico de la vida en la aldea, aunque se encarrila en una progresiva sordidez.
La cinta blanca puede o no ser la mejor obra de Haneke a la fecha, pero sí ocupa un lugar privilegiado en el esqueleto formal y discursivo de su filmografía. Haneke se caracteriza por mostrar en sus películas una terrible violencia instalada en sus personajes principales, que corroe a la sociedad. Para Haneke, el mal mayor del siglo XX es la violencia inherente al ser humano encarnizada en la civilización occidental. Si esta afirmación es el eje vertebral de su cine, La cinta blanca es la semilla de esta visión, el amanecer de un siglo atravesado por las heridas de guerra y por la alienación cada vez más salvaje del hombre.
Lo que narra el film es la vida cotidiana en una aldea alemana, en la cual comienzan a suceder hechos de violencia aparentemente inexplicables. Sin embargo, un paseo por el pueblo, de la mano de un joven profesor (quien narra la historia, con una voz que evidencia su tono evocativo), nos muestra que esa violencia se encontraba instalada en una comunidad afectada por la doble moral de los adultos y las aparentes transgresiones de los hijos. Entre los adultos se encuentran el médico de la aldea, que abusa de su hija y humilla a la mujer que lo acompaña desde la muerte de su esposa, el pastor, un padre despótico, que juzga permanentemente a sus hijos (a ellos les coloca una cinta blanca para recordarles su pureza e inocencia) y a los miembros de la comunidad, y el barón, a quien todo el pueblo le rinde pleitesía, pero que no puede evitar sus propios dramas conyugales. En ese contexto, una serie de actos violentos sacuden a todos, pero deja en evidencia las miserias de los adultos. Los niños, presos de la demanda de inocencia de sus padres, chocan con las perversiones que ellos se esfuerzan en ocultar, y encuentran que la ley paterna se contradice con un ejemplo para nada positivo.
La excelsa fotografía en blanco y negro del film, sumada a la blancura geográfica (la nieve), reflejan a la perfección el estado de aparente inocencia que comienza a teñirse de negro. Del mismo modo, escenas bucólicas como el primer encuentro entre el profesor y la niñera del barón, contrastan con el horror que se esconde puertas adentro, y algunas escenas pequeñas, como la del niño ofreciéndole a su padre un ave enjaulada para su liberación, exponen inteligentemente el planteo del film.
Desde el inicio, La cinta blanca puede verse como el germen de la violencia contemporánea que suele plasmar Haneke en sus películas, y sus implicancias históricas se confirman hacia el final, cuando se menciona el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, el acontecimiento detonante de la Primera Guerra Mundial. De ese modo, la hipocresía que se yergue sobre todo el pueblo y el esfuerzo de los adultos por ocultar sus miserias y perversiones cotidianas, frente a la mirada absorta de los niños, expone un discurso opuesto a la forma de entender la Historia como una sucesión de procesos políticos y acontecimientos puntuales, su visión se centra en la implicancia de la vida cotidiana en estos procesos. En su última película, Haneke muestra menos violencia y una cierta inocencia que pugna por salir a la luz, para terminar dándose de bruces con el horror del universo adulto, y pese a esa aparentemente luminosidad representada por algunos pocos personajes, Haneke sostiene su brillante incorrección y molestia. Su cine refiere a la Historia en general, y al fin de la modernidad en particular, pero encuentra su esencia en la mirada sin concesiones del hombre occidental y su perversa naturaleza. Una mirada que se impone como una de las más lúcidas y audaces del cine actual.