El buen soldado
La “zona verde” es el oasis de 10km2 en el centro de Bagdad donde se han asentado las fuerzas armadas de EEUU y donde transcurre La ciudad de las tormentas (Green Zone, 2010), en los primeros días de la invasión del 2003. El director es Paul Greengrass, realizador bretón especializado en la “dramatización de hechos reales” con Domingo Sangriento (Bloody Sunday, 2002) y Vuelo 93 (United 93, 2006), y quien también supo desembarcar en Hollywood como el director de la saga Bourne.
Greengrass importa su emblemático estilo documental -cámara en mano, montaje rápido- para adaptar Vida Imperial en la Ciudad Esmeralda, libro no ficticio acerca del lado más turbio de la ocupación americana en Medio Oriente. El resultado es un film político y controversial disfrazado de “cine de acción”, con Matt Damon al frente como un soldado que comienza a sospechar y develar acerca de los verdaderos motivos detrás de la guerra.
Tal vez la historia acapare un tercio en materia de acción, casi toda reservada para la climática persecución que da género a la película. El resto se sostiene sobre Matt Damon y sus idas y vueltas entre la zona verde y “la roja”, es decir, el resto de Bagdad. Mientras no busca armas en la roja, la verde lo tiene rebotando entre oficiales, agentes y periodistas varios (Greg Kinnear, Brendan Gleeson, Amy Ryan) cuya moral recorre una gris gama de corrupción.
La ciudad de las tormentas se atreve a señalar -y prácticamente declarar- a gritos lo que otras películas de símil índole no se han atrevido a decir: Syriana (2006), El reino (The Kingdom, 2007), Red de mentiras (Body of Lies, 2008) y Vivir al Límite (The Hurt Locker, 2009) se dicen polémicas, pero bien conforman un cómodo lugar en el harem de su industria, romantizando la realidad y pintándola de blanco y negro. Rayan lo genérico o lo propagandístico. No les importa tanto la enfermedad general como la anomalía, la noticia amarillista que no habla por nadie y puede ser fácilmente controlada y explicada.
El cuasi-documental de Greengrass habla de cosas que, a estas alturas, todos conocemos, aceptamos y estamos al tanto. Bienvenida su honestidad, aún si ya conocemos la historia. Sólo en la ilusa EEUU puede resultar chocante. Allí ha causado su cuota de controversia, siendo rotulada “anti-americana” y “apátrida”. Parece sobrevivir en la medida en que se la aprecia como una película de acción, sobria y realista, removida la hipérbole confusa y sensacional del superhombre Jason Bourne.
La ciudad de las tormentas simplifica cuestiones, no da lugar para la ambigüedad y en más de una cuadra corta esquinas. No será por inocencia. La necesidad de un héroe que se halle en el epicentro de todo lo que acontece y tenga la capacidad de conectar los puntos nace en la economía narrativa, no en la inocencia. Por lo demás, es el punto de giro en ciertas convicciones que todos hemos estado esperando un buen ejercicio de suspenso y tensión, y un alivio si lo sostenemos a la luz de la realidad que refleja.