Es cierto que el calificativo “película de fórmula” suele acarrear una valoración negativa. Tan cierto como que hay mil films a los que ese rótulo les calza perfecto y son de buenas para arriba. La cuestión, entonces, no pasa tanto por apelar a una fórmula sino por incluir las dosis justas de cada ingrediente, como bien demuestra La ciudad perdida.
Un poco de aventuras por aquí, otro tanto de romance por allá y una pizca de leyendas milenarias, todo cocinado al fuego lento de una tonalidad generalizada de comedia absurda, con plena conciencia de las virtudes y defectos de sus materiales. Tal es la receta aplicada por los hermanos Aaron y Adam Nee en esta historia que une los destinos de la escritora de una popular saga literaria con el modelo que pone el rostro del protagonista masculino en las tapas.
Ella se llama Loretta (Sandra Bullock) y no atraviesa un buen momento creativo, con un hartazgo que se evidencia en el bloqueo para concluir la acción del último volumen. Para colmo, en la presentación pública la atención recae sobre Alan (Channing Tatum, pura tosquedad al servicio de la comedia), cuyos músculos torneados y gracia para los movimientos lo vuelven un objeto de deseo para la platea femenina. Tanto así que el muchacho piensa que ES el personaje y no apenas el rostro que lo ilustra.
Pero apenas salen de la presentación Loretta es secuestrada por un millonario (Daniel Radcliffe) convencido de que el lenguaje antiguo y varias situaciones planteadas por ella en el papel son reales, por lo que la obligará a ponerse al servicio de la búsqueda de lo que él cree que es un tesoro milenario en una remota isla en el Atlántico. Como si quisiera consumar la sinergia con el personaje, Alan parte en su búsqueda para rescatarla, con la inestimable ayuda del especialista Jack Trainer (notable participación secundaria de Brad Pitt, cada día más afincado en el terreno cómico).
La ciudad perdida podría haber sido uno de esos mastodontes cargados de escenas de acción y efectos especiales. Pero no. Los Nee proponen una historia de baja escala que, más allá del alguna subtrama vinculada con el pasado de Loretta y la previsibilidad de su desarrollo, deposita su confianza en sus protagonistas. Y ellos, además de aportar química, ponen todo su talento para hacer de sus cuerpos armas de enorme calibre humorístico.