Ya no se hacen películas como La ciudad perdida. En las últimas décadas, Hollywood dejó de lado la comedia romántica de aventuras con estrellas como protagonistas, al estilo de La joya del Nilo, un gran éxito de los 80. La fantasía para adultos dejó de ser rentable, dentro de un esquema industrial basado en los superhéroes y las franquicias.
La ciudad perdida recupera esa tradición hollywoodense de la mejor manera, con una dupla protagónica que desborda carisma y belleza. Sandra Bullock y Channing Tatum tienen todo lo necesario para llevar adelante una historia de romance y aventuras, con una trama mínima que funciona como excusa para desplegar el talento cómico de ambos actores.
Bullock interpreta a una escritora de novelas histórico-románticas, que está pasando por el duelo tras la muerte de su esposo y no tiene ganas de seguir escribiendo. Menos ganas tiene de hacer una gira promocional de su última novela. Su agente, interpretada por Da’Vine Joy Randolph, la empuja a realizar un evento promocional junto con Alan, el atractivo modelo de las portadas de su libro, encarnado por Tatum. Las aventuras de ficción se tornan reales cuando la escritora es secuestrada por un millonario delirante, interpretado por Daniel Radcliffe, que está en búsqueda de un tesoro y cree que ella puede ayudarlo a encontrarlo.
La química entre Bullock y Tatum es perfecta, pero lo que es aún mejor es cómo ambos equilibran el ridículo suficiente para hacer reír al espectador, sin que sus personajes pierdan la dignidad o queden perdidos detrás de los chistes. Pocas estrellas pueden entregarse tan completamente a los tropiezos de todo tipo que requiere la comedia y mantener intacta la magia glamorosa que construyó Hollywood. Los grandes de la screwball comedy, como Katharine Hepburn y Cary Grant, fueron los maestros en ese arte; Bullock y Tatum son herederos dignos.
Lo que se siente en falta son directores con una visión estética más sofisticada, como aquellos que trabajaban con Hepburn y Grant en la época de oro de Hollywood. Solo por momentos los directores Aaron y Adam Nee logran escapar a una estética estandarizada de la aventura en el cine actual, que se acerca más al videojuego que a una película de Indiana Jones, por elegir un referente con mayor potencia cinematográfica.
Claro que la estética queda en un segundo plano detrás de la gran cantidad de muy buenos chistes, algo que se extraña en muchas comedias recientes, y el timing impecable del elenco que acompaña a los protagonistas. Brad Pitt y Daniel Radcliffe no solo están perfectos, sino que dan la impresión de estar divirtiéndose de verdad y lo contagian. Da’Vine Joy Randolph, que se destacó en Dolemite is My Name y la serie Only Murders in the Building, brilla con la comicidad perfecta en cada escena, pero merecería una subtrama que estuviera a la altura de su talento.
La ciudad perdida es una prueba de que todavía se pueden hacer buenas películas que propongan un escape hacia una fantasía en la que lo que no se juega el destino del universo, sino la posibilidad del amor después del amor y de una vida más emocionante.