Si estuviéramos en otro momento histórico, La Cocina sería simplemente (es una manera de decir) un documental. Pero estamos en este presente y faltará bastante tiempo para que esta porción de la historia argentina pueda ser revisada por los futuros cineastas. Siempre tuve la sensación de que los acontecimientos que nos son contemporáneos, esos que le vamos a contar a nuestros hijos y nietos, necesitan justamente el paso de los años para poder mirar y tener una posibilidad mas profunda de reflexionar. Red Social (David Fincher, 2010) es una película bien hecha pero a lo sumo podrá ser analizada como “oportuna” por el momento en que se filmó. Cuando la historia marque el siguiente capítulo en el área de la comunicación, seguramente no será la piedra fundamental para el cine de revisión. Lo mismo sucede con La Cocina de David Blaustein y Osvaldo Daicich. Todos los hechos concernientes a la ley de medios no sólo están muy a flor de piel; sino también generando cambios hoy; ahora. Ya. Las consecuencias y resultados de su aplicación (en pos de un análisis más abarcativo) todavía están por verse. Todo esto me lleva al punto que quería tocar en este comentario.
La Cocina es una película netamente política. La batalla de los medios (lejos de tener un ganador) recién comienza, razón por la cual, para muchos será una propaganda oficialista que aprovecha el momento de campaña electoral para alzar otra bandera más de sus logros. Para otros, en cambio, será un valiente documento que muestra las causas de su promulgación y los beneficios otorgados a todos los argentinos que quieran hacer oír su voz. Si Ud no está dispuesto a verla de esta manera (esté a favor o en contra de la ley) es bastante probable que pierda su tiempo. Analizar La Cocina desde un punto de vista estrictamente cinematográfico parecería ser la única manera de lograr cierta neutralidad, pero tratándose de lo que se trata ¿Cómo hacer para que quien lea estas palabras pueda disociar el análisis de una película de una toma de posición por parte de quién escribe?.
Irónicamente, todo esto ayuda a condimentar y alimentar el deseo de verla. Durante los 80 minutos de duración veremos un poco de historia reciente, una interesante recorrida por tierras lejanas para descubrir por ejemplo, cómo una comunidad aborigen puede hoy tener también un medio de expresión. Sumado a esto, la palabra de muchas personas públicas exponiendo su posición cuando todo se estaba debatiendo. Es en estos pasajes en donde se puede vislumbrar si existe una bajada de línea o no de acuerdo a lo que se extrae de cada discurso.
Técnicamente hay algunos altibajos con el sonido, un problema habitual de las proyecciones en DVD en salas no aptas tecnológicamente para esta época. En cuanto a la edición, algunos hechos están concatenados pero otros parecen haber quedado a la merced interpretativa de cada uno. Hay como una suerte de distintas líneas narrativas, una de las cuales hasta genera cierto suspenso en el momento de la decisión final. De todos modos, la película genera interés por razones extra-cinematográficas. Para cualquiera que haya estado en una burbuja cuando esto se discutió en todos lados, puede tener una buena chance de ponerse al día y de ahí en más buscar su conclusión en todas las campanas que consiga hacer sonar. Es más, sería interesante sentarse en la butaca y no esperar a ver lo qué le quieren dar. Vaya exigente. Pida saber más y verá que no le resultará extraño si terminada la proyección le queda la sensación de que falta algo.