Esperar sin esperanzas
Abonar cierta suma de dinero para que alguien ocupe un lugar en alguna de esas interminables filas en las que muchos hombres y mujeres esperan turno para realizar trámites es algo que ya se volvió cotidiano. Y tan cotidiano que muchos desocupados deciden hacer de esa tarea un negocio que, en definitiva, les da una ganancia que apenas les permite vivir con cierta comodidad. Uno de estos "servidores públicos" es Félix Cayetano Gómez, un hombre que nació exactamente un 7 de agosto, Día de San Cayetano, patrono del trabajo, y que frente a una situación extrema, y al no poder conseguir una situación laboral más rendidora, se presta diariamente a acomodarse en esas colas para sustituir, en las largas horas, a aquellos que aguardan turno para resolver problemas burocráticos o lograr un buen lugar en funciones teatrales o cinematográficas.
Félix vive con una mujer que se somete a sus caprichos (un buen trabajo de Ana María Picchio) y, junto con sus colegas, sueña con formar un sindicato que proteja los derechos de esos "trabajadores", y con sus casi nulos ahorros fantasea con viajar a París para reencontrarse con su hija Yanina. Los directores y guionistas Enrique Liporace y Ezequiel C. Inzaghi posaron sus atentas miradas en esos seres angustiados que se esfuerzan por salir adelante en medio de un micromundo en el que día a día les devora sus más íntimas ilusiones.
De esta manera, La cola se transforma en una gran metáfora que refiere a una Argentina letárgica. Si por momentos el film cae en algunas reiteraciones, no son ellas las que impiden descubrir en esta historia un soplo de calidez, una ráfaga de amor, un sólido afán por mostrar, quizás, el otro lado de las cosas cotidianas que, muchas veces, pasan inadvertidas por la mayor parte de la gente.
Los realizadores tuvieron en Alejandro Awada a un actor de enorme capacidad para ponerse en la piel de ese Félix que, finalmente, descubrirá que el problema y la solución no es ser "el último en la cola", sino saber qué se puede esperar cuando se deja de esperar. Por el elenco transitan también, en breves y sustanciosas apariciones, Antonio Gasalla, Alberto Anchart y el propio Liporace, a los que se une una meritoria participación de Lucrecia Oviedo, como esa hija que trata de vencer a la adversidad a través de la mentira