Un lugar de vivienda común un edificio y tres historias singulares y entrañables le dan a este film un encanto que va mas allá de la observación, la comicidad, una mirada intensa sobre la soledad, la necesidad de comunicación tan imperiosa y tan poco concretada. Todo se inicia con una reunión de consorcio, en un edificio de los suburbios parisinos, venido a menos. El problema es arreglar el ascensor. Un solo vecino se niega porque vive en el primer piso y no pagara una cuota extra si se compromete a no usar nunca el ascensor. El destino lo pone cómicamente en una silla de ruedas y pasará a ser un usuario clandestino. Ese hombre, que se alimenta de las maquinas expendedoras del hospital donde lo atendieron, conocerá a una enfermera y se inventara un destino mas brillante para conquistarla. Humor y ternura, con cuota de sensible humanidad. La otra historia une a la siempre intensa y talentosa Isabelle Huppert como una actriz de pasado esplendor, alcohólica que se comunica de manera especial con un adolescente solitario, una excusa para mostrar films del esplendor de la actriz. El episodio más serio, oscuro,
Y por último una solución por el delirio que une a un astronauta perdido norteamericano con una señora musulmana que pena por su hijo preso. Una comunicación donde las barreras idiomáticas no impiden el entendimiento a corazón abierto. Tres momentos para recordar que los corazones rotos tienen reparación a veces de las maneras menos esperadas, con un toque de ternura, un poco de atención, un semejante solidario. Además de la Huppert, grandes actores como Valeria Bruni Tedeschi, Michael Pitt y muchos mas. Dirige Samuel Benchetrit co-guionista con Gabor Rossov.