CAJAS SOLITARIAS
Del sobrio y sutil título original Asfalto (Asphalte, en francés) a La comunidad de los corazones rotos (¿?) hay una brecha tan enorme como la que separa a los personajes de este edificio suburbano de Francia donde todos están un poco solos. El director Samuel Benchetrit construye una suerte de microcosmos de personas que ante un hecho extraordinario colisionan sus vidas encontrándose más acompañados por un momento, algo que fue explorado numerosas veces en los films corales. El lineamiento es la soledad, pero no todas las historias que se entrelazan en el relato fluyen de la misma forma y parecen forzadas por el concepto que atraviesa la película.
Un hombre algo antipático que se niega a participar de la compra de un ascensor y termina necesitándolo por un accidente bastante zonzo al terminar en silla de ruedas, un astronauta estadounidense solitario en la estratósfera, una célebre actriz caída en decadencia, una madre que sufre el encarcelamiento de su hijo, un adolescente que pasa sus días solitario en su apartamento y una enfermera de turno nocturno, son los personajes que ven sus vidas trastocadas por algún hecho extraordinario que permite que colisionen y encuentren un consuelo para su sufrimiento. Lo que puede sonar peligrosamente a un cliché de sentimentalidad y melodrama termina resuelto con solvencia gracias a una dosis de humor negro y una puesta en escena esquemática que hace del plano cerrado un recurso expresivo.
Pero como se dijo, no todo fluye en el relato con la misma efectividad por más que hablemos de humor negro porque, a la hora del drama, se le notan demasiado los hilos en su ejecución, en particular en el caso del Sterkowitz de Gustave Kervern. Que en la introducción hablemos de su resistencia y poca solidaridad para poner un ascensor en el edificio donde vive, sabemos que resultará en un “arma de Chékhov” en algún momento de la narración que lo afectará de alguna forma. Pero todo el largo derrotero dramático del desenlace parece demasiado forzado, quitándole autenticidad a su historia con la enfermera interpretada por Valeria Bruni Tedeschi. Lo que es peor, su costado más lacrimoso que las otras historias que componen el relato resulta extraño, en particular por la sutileza con la que se desenvuelven, haciendo hincapié en lo latente antes que en lo manifiesto.
Interesante como propuesta reflexiva sobre la soledad, La comunidad de los corazones rotos construye un microcosmos que cuando no resulta demasiado volcado a ser un drama resulta un film sólido.