Sueños de amor francés
Con tan solo cinco películas a sus espaldas, Samuel Benchetrit ha logrado desmarcarse claramente. En tanto que director, presenta a menudo personajes cómicos que intentan sobreponerse a infortunios y decepciones, y nos atrae hacia mundos de fabliaux pícaros. Mundos en los que todos son pecadores o locos pero en los que al final nadie resulta perjudicado.
La comunidad de los corazones rotos (Asphalte, 2015) se compone de tres historias ligadas entre sí por un bloque de pisos deteriorado y lúgubre. Vemos a seis personajes, todos ellos solos y cómicos, que poco a poco van formando pares. Los solitarios encuentran amantes, los hijos encuentran madres y la película explora así con gran acierto el impacto social de los proyectos de viviendas públicas. Después de todo la primera imagen es la de un bloque de pisos a medio derruir.
Los bloques de pisos de Benchetrit están atrapados (con la nostalgia que lo caracteriza) en algún punto incierto entre los años ochenta y el presente. Sus típicos grises, marrones y beiges también proliferan en casi todos los planos (en concordancia con el título), y los personajes están a menudo filmados desde atrás. El resultado es un interesante y abrumador sentimiento de la condición de dislocación y separación de este mundo, emitiendo así una suave crítica.
Pero la predecible obsesión del director con las crisis humanas (a menudo masculinas) y con los personajes cuyos nombres acaban en "Stern-" no resulta en absoluto aburrida. Todos sus fabliaux poseen un estilo de montaje atractivo y contundente que se añade al gran manejo del humor visual que lleva 14 años demostrando. Sigue recurriendo con gran maestría a actuaciones exageradas y brillantemente incómodas por parte de su elenco francés (en una muy francesa producción), solo que esta vez introduce al actor americano Michael Pitt.
Pero Pitt no es el único matiz que introduce el director. La comunidad de los corazones rotos es mucho más naturalista y comedido que sus anteriores films. Los habituales diálogos ingeniosos también se han reducido. En su lugar, el director ha potenciado todavía más las oposiciones características de los fabliaux. Así, vemos cosas cómo jóvenes se enamoran de viejos en escenas graciosas y refrescantes, mientras un astronauta americano aterriza de manera surrealista en la azotea de un bloque de viviendas sociales de Francia...
Los múltiples relatos les permiten una y otra vez hacer un chiste, pasar a otra historia y luego volver para rematarlo con una frase concisa y sensiblera. Esto significa que el ingenio visual y la intensidad de su retrato social justifican sobradamente a La comunidad de los corazones rotos.