El 20 de enero de 1942 no fue un día cualquiera para la humanidad. Durante aquella gélida jornada, mientras las tropas alemanas sufrían los tormentos del invierno ruso, se reunieron varios jerarcas nazis, convocados por Reinhard Heydrich, en una casona frente al lago Wannsee. Tenían un objetivo tan claro como perverso: encontrar una solución a la “cuestión judía” en Europa. Un par de horas después de iniciada la reunión, había tomado forma la llamada “Solución Final”; es decir, la mecanización de un sistema para asesinar, de la manera más rápida y barata posible, a millones de judíos.;
Al igual que en Conspiración (2001), con Kenneth Branagh y Stanley Tucci a cargo de los roles de Heydrich y Adolf Eichmann, La conferencia ecrea lo ocurrido durante aquella jornada. Lo hace utilizando como materia prima las actas grabadas por Eichmann, que tres años después servirían de prueba en el juicio de Núremberg, y eludiendo el lugar común de recurrir a videos de archivo. Una buena decisión: la sola oralización de los planes ya es lo suficientemente aterradora como para reforzarla con imágenes.
Construida sobre la base de un guion ajustado, La conferencia es una película tan fría como el clima alrededor de la casona. Los jerarcas celebran que Estonia haya quedado “libre de judíos”, discuten la optimización de recursos como si se tratara de una fábrica de caramelos, cranean la logística del operativo –alguien se queja de las dificultades para movilizar tantos trenes, otro del costo del combustible– con una deshumanización robótica.
El resultado es un film que no necesita subrayar el aura diabólico de sus personajes y el contexto para causar pavor. Una película-mazazo directo a la cabeza del espectador.