La conquista de las ruinas es una película coral, filmada en blanco y negro, que transcurre en distintos lugares de la región, desde el delta del Paraná hasta la Patagonia andina, pasando por Bolivia y la Ciudad de Buenos Aires. Allí el director boliviano Eduardo Gómez encuentra varios personajes a través de los cuales tematiza la relación entre el ser humano y su entorno. Una relación no precisamente armoniosa, más bien lo contrario.
Así lo demuestra, por ejemplo, el minero que trabaja en una cantera y el obrero boliviano que se desloma en obras en construcción de la Ciudad, así como también un arqueólogo que ve cómo gran parte de los tesoros naturales patagónicos caen en las manos incorrectas y dos hombres de una comunidad aborigen que observan con tristeza como la urbanización desmesurada avanza en la zona de Tigre.
Sus historias personales se entrelazan con las distintas maneras de pensar el mundo. Todos coinciden en señalar la tensión entre naturaleza y urbanidad, punteando así un estado de situación por el cual los recursos de la tierra terminan abocados al lucro. Si bien es un tema abordado por varios documentales en los últimos años, Gómez logra darle a su film un vuelo propio gracias a una mirada personal y una capacidad para vincular lo abstracto con lo material.