Deformar conciencias
El papel de algunos medios de comunicación durante la dictadura como vehículos para demonizar o estigmatizar a los sectores que luchaban contra la opresión del régimen dictatorial es uno de los capítulos más oscuros en la historia de la comunicación argentina. La historia de Alejandrina Barry trae para aquellos memoriosos el recuerdo de una orquestada operación mediática para justificar los actos más atroces cometidos contra lo que se llamó eufemísticamente subversión.
En La construcción del enemigo (2015) de Gabi Jaime, la premisa procura contar la otra historia que los medios de la época callaron y que tiene relación directa con la protagonista Alejandrina, nacida en cautiverio y a quien le asesinaron a sus padres, señalados por las páginas de editorial Atlántida como terroristas y abandónicos.
Lo interesante del enfoque, más allá de la anécdota de la propia Alejandrina y su constante búsqueda de retazos de su historia en plena construcción de su identidad, alejada de aquella pequeña que aparecía en las revistas como abandonada y rescatada por sus abuelos, se enfoca desde varios puntos de análisis, el más profundo desde el rol de revisas muy leídas en la época como Gente o Siete Días, para instalar, desde lo discursivo, otra realidad y generar así en la opinión pública una mayor predisposición a las políticas y al régimen de facto, elemento central del plan Cóndor.
Seguramente no aparecen voces del otro lado del mostrador, como por ejemplo la del periodista Chiche Gelblung o de algunos miembros de la familia Vigil, vinculados a Editorial Atlántida, por no quedar tan bien parados ante una incontrastable parte de la historia que recién ahora tiene espacio para conocerse.