Para semejante despliegue de producción y con Darín a la cabeza, la verdad es que me esperaba mucho más de la nueva película de Santiago Mitre (La Patota). Aspectos como su fotografía, y por supuesto el factor actoral, están prácticamente impecables, pero la historia deja mucho que desear.
En una cumbre internacional llevada a cabo en Chile, los presidentes de los países latinoamericanos se reúnen para llegar a cierto acuerdo de trabajar en conjunto; como es de esperarse, no faltarán los aspectos de corrupción típicos de la política… Sin embargo, lo curioso es que en el medio nos encontramos con la historia de la hija del Primer Mandatario de todos los argentinos –Hernán Blanco (Ricardo Darín)- quien cruza la cordillera para arreglar algunos asuntos que mezclan a la familia con toda esta vorágine protocolar. Lo que al principio se perfila como una historia interesante fundada en un trastorno psicológico que afecta a Marina Blanco (Dolores Fonzi), nunca descarrila, ni se desarrolla, ni concluye, dejando al espectador en medio de un sinfín de teorías que se suman al resto de los puntos flojos que a mi gusto tiene el guión de La Cordillera. De nada sirve tanto misterio e intriga si al final no tendremos al menos una resolución; sus momentos de suspense hitchcockianos no alcanzan y el film califica como aburrido.
Del cast destaca sobre todo la actuación de Érica Rivas, e interesantes participaciones como la de Christian Slater (Mr. Robot) y Elena Anaya (La piel que habito, Hable con ella). Una pena que se hayan desperdiciado todas esas tensiones latentes en casi dos horas en las que no pasa absolutamente nada concreto. En fin, La Cordillera me pareció una película innecesariamente lenta y con gusto a muy poco, que no asume riesgos pese a abordar una temática que se presta para mucho más; lo sabemos con sólo leer y ver las noticias a diario.