HAMBRE DE PODER
Ricardo Darín protagoniza un gran thriller político y nos hace dudar hasta de nosotros mismos.
El cine nacional nos regala un par de grandes exponentes al año. No hablamos de esos éxitos seguros de taquilla que, están bien pero no suman mucho, sino de obras que se arriesgan desde sus temas y sus narrativas.
Santiago Mitre comenzó su carrera como guionistas. Probó suerte con una película chiquita -“El Estudiante” (2011)-, adquirió notoriedad con la remake de “La Patota” (2015), y ahora se la juega con una mega producción, de esas que dejan huella en el espectador más allá de la sala. El realizador se rodea de un gran elenco (Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Erica Rivas, Gerardo Romano), y hasta de figuras internacionales como Christian Slater y Elena Anaya, pero no juega a lo seguro, y hasta se da el lujo de incursionar en varios géneros.
“La Cordillera” cuenta la historia de Hernán Blanco (Darín), presidente electo de los argentinos con pocos meses de gobierno a cuestas, que enfrenta su primer reto internacional en el marco de una cumbre petrolera latinoamericana a realizarse en el vecino país de Chile. A los ojos de sus oponentes políticos, Blanco es un “blandito”, un tipo que ganó por su imagen intachable, pero carente de carisma a la hora de enfrentar las críticas y algún que otro escándalo. Negándose a responder a las agresiones, el mandatario deja que su equipo se encargue de ellas, y ahí es cuando entran en escena Luisa Cordero (Rivas) y Castex (Romano), entre otros, abocados a la tarea de manejarle la agenda y, por qué no, la vida personal al hombre más importante de la Argentina.
Mitre nos pasea por este tras bambalinas político de manera impecable y realista, casi documental, un mundillo de tires y aflojes con la prensa y su propio gabinete, que a veces más vale perderlos que encontrarlos. Un clima que estamos acostumbrados a ver en productos como “House of Cards”, pero el realizador se encarga de que no se vea exagerado para nada.
Tras mostrarnos al presidente y su entourage, llegamos al otro lado de la cordillera, un encuentro que pondrá en juego todos los intereses de Blanco (y por ende de nuestro país), pero también que pondrá en jaque su carrera política. La vida pública y privada empiezan a chocar por culpa de su hija Marina (Fonzi) que, tras una crisis emocional, comienza a sospechar que papá Hernán no es todo lo que parece ser a simple vista.
Mitre elige muy bien a sus actores, los saca de la zona de confort y de ese lugar en el que estamos tan acostumbrados a verlos. Blanco es un personaje inescrutable que se va transformando ante nuestros ojos, más que nada, a través de la mirada de los otros. Un “misterio” escondido a la vista de todos, pero que necesita irremediablemente del espectador para cobrar verdadero sentido.
Por ahí pasa el atractivo de “La Cordillera”, un thriller político lleno de manejes y chanchullos, de alianzas y traiciones, pero también de conflictos morales y lugares oscuros que, obviamente, hay que transitar para llegar a lo más alto del poder. Una historia que se mete con ciertos elementos del terror más psicológico, aunque los monstruos acá no sean reales, ¿o sí?
Mitre nos deja dudar de todo y de todos y, aunque echa mano de algunos trucos narrativos, nunca se despega de una trama concisa llena de suspenso, intrigas políticas y decisiones que marcan el rumbo de los protagonistas… y de sus naciones. “La Cordillera” es impecable por donde se la mire: desde las actuaciones y la puesta en escena, la austeridad del paisaje cordillerano, la banda sonora de Alberto Iglesias (“El Jardinero Fiel”, “El Topo”),… todo en función de una idea que no deja afuera al espectador, sino todo lo contrario, lo invita a tomar partido y comprometerse con cada una de las partes, a riesgo de salir desilusionado. No con la película, claro está.
Ahí también reside el riesgo que tomó el realizador con esta película poco convencional para el público argentino, acostumbrado a un cine local más pasatista, al menos, cuando se trata de superproducciones como esta. Se celebra el compromiso por parte de la gente de Warner Bros., los temas y el tratamiento, una zambullida por diferentes géneros que logran el mejor balance posible. Nuestro voto es positivo.