Este es el tercer largometraje de Santiago Mitre que ya había realizado “La patota” y “El estudiante”. La filmación llevó unas ocho semanas y las locaciones fueron: Buenos Aires, Bariloche, Santiago de Chile y el centro de esquí Valle Nevado.
La trama se encuentra toda ficcionada y gira en torno al presidente argentino Hernán Blanco (Ricardo Darín, tremenda interpretación, desde lo gestual, corporal y en cada parlamento se destacan sus dotes actorales), quien asiste a su primer compromiso en el exterior, en una cumbre de presidentes latinoamericanos, bajo un paisaje helado en Los Andes (Chile) a más de 3000 metros de altura, ese clima está acorde con algunos hechos y situaciones que van ocurriendo en ese lugar, donde van variando con los colores, los tonos y la iluminación.
Quien es su mano derecha Luisa Cordero (Erica Rivas, va dando muy buenos matices y además logra un gran trabajo) su secretaria y es quien conoce sus cuestiones más ocultas, por otra parte Mariano “El gallego” Castex, el Jefe de Gabinete (Gerardo Romano perfecto, se destaca).
La anfitriona de esta cumbre es la presidente chilena Paula Scherson (Paulina García, “Gloria”, de Sebastián Lelio); el presidente de México se encuentra interpretado por el actor hispano-mexicano Daniel Giménez Cacho; el presidente de Brasil se encuentra encarnado por el actor Leonardo Franco (muy buena interpretación se destaca y se ve como lo muestra el guión seguro); el ganador del Globo de Oro, en un breve papel Christian Slater, como el enviado del gobierno de Estado Unidos; entre otras figuras internacionales.
Tiene varios momentos atrapantes, donde uno queda atento a su butaca mientras se desarrolla una acalorada discusión política entre todos los integrantes de esta reunión de presidentes, con momentos para analizar y algunos símbolos. Se van intercalando conflictos de su vida personal que pueden arruinar su imagen y su carrera, su ex yerno no está haciendo las cosas bien y su hija Marina (Dolores Fonzi, correcta) comienza a sufrir ciertos trastornos emocionales y deben llamar a un prestigioso psiquiatra y experto hipnotizador (el chileno Alfredo Castro).
Se va mezclando lo político, lo familiar e ingresan elementos fantásticos e inquietantes, saltan a la luz los demonios bien escondidos y secretos, pero cuando se le pone mayor intensidad a la subtrama decae un poco; tiene un toque hitchcockiano, y una buena posición de cámara e impecable los rubros técnicos. Algunos espectadores intentarán compararla con la realidad y es posible que sea la elegida por nuestro país para competir en el rubro “Mejor película extranjera” de la academia de cine de los Estados Unidos 2018 y a los Goya.