Vueltas de tuerca
“La corporación ofrece una mirada al mundo plástico de hoy y nos invita a reflexionar sobre la importancia de nuestras vidas y sobre los valores, hoy muchas veces perdidos en la vorágine consumista en la que todos vivimos.” Con su retórica cercana a la proclama, la descripción de la gacetilla de prensa hace temer lo peor. Afortunadamente, el nuevo largometraje de Fabián Forte (reconocido entre los fans del terror nac&pop por títulos como Mala carne y ¡Malditos sean!) no sigue al pie de la letra esas consignas y dispone sus argumentos de manera tangencial, resultado de un relato que cruza el suspenso, el thriller corporativo y la ciencia ficción social. Felipe Mentor (Osmar Núñez) es uno de esos tipos de mediana edad que parecen haber logrado con creces sus objetivos en la vida: dueño de una empresa exitosa, disfruta de un buen pasar y tiene a su lado a una bella y joven esposa. Claro que el caso de Felipe y Luz (Moro Anghileri) es de esos que hacen a mucha gente preguntarse, maliciosamente, si “la mina no estará con el tipo por la guita”. A los quince minutos de proyección el film deja en claro que sí. Y de una manera mucho más literal de lo imaginable.
Con reminiscencias de películas como Al filo de la muerte, de David Fincher –aunque jugada a un tono más reposado e intimista–, La corporación encuentra a su protagonista en el vórtice de un conflicto emocional que hace erupción al tiempo que su organizada vida comienza a desmoronarse. Que Luz se llame en realidad Carla es anecdótico, un detalle más en el entramado que la corporación del título ha armado alrededor de Felipe, como un gran set cuyas bambalinas y tramoyas comienzan a ser visibles. Hay algo interesante en la construcción de ese personaje y es la imposibilidad del espectador de identificarse plenamente con él. Lejos del héroe clásico, Felipe es un tipo bastante desagradable, dueño de un carácter fastidioso, obsesivamente controlador, alguien capaz de despedir a un empleado porque no le gusta su facha, siempre en pose de patrón de estancia con la fusta en la mano. Todo ello hará que su caída resulte más patética, aunque el film nunca hará de su odisea un castigo moralizante.
Bienvenida incursión local en el cine de género de baja intensidad, La corporación logra mantener el interés gracias a la dosificación de la información y las vueltas de tuerca, usualmente justificadas por la lógica de la historia. Pero si el film levanta vuelo, nunca termina de alcanzar altura de crucero: paradójicamente, es el mismo guión el que constriñe la puesta en escena y termina asfixiando, en más de un momento, la narración. Cerca del final, se plantea la posibilidad de que la felicidad (si tal cosa existe) no descanse en la onerosa perfección de Luz sino en la reaparición de una mujer del pasado, trocando vestidos de diseño y stilettos por unas mucho más prosaicas calzas y ojotas. Pero a no asustarse, Forte es bastante consecuente con su descripción del mundo y no se abandona al lugar común de “la belleza de las cosas simples” o similares eslóganes para la tribuna.