Un mundo infeliz
La corporación gira en torno de una buena idea, aunque su ejecución es despareja: alterna hallazgos y obviedades. Por momentos, la película inquieta y genera suspenso; por otros, subraya sus alegorías sociales y deja la sensación de que podría haber sido más sutil, más confiada en la perspicacia del espectador, mejor. Fabián Forte (Mala carn e, Celo, ¡Malditos sean!) pasa del terror de bajo presupuesto a un filme ambicioso. En este punto tal vez se encuentre la clave de varios aciertos y deficiencias.
La corporación combina géneros. Pero predomina una atmósfera de pesadilla futurista muy actual, de distopía que ya estamos viviendo. El protagonista, Felipe Mentor (Osmar Núñez), es un empresario frío, rapaz, obsesivo, que le delega su vida íntima a una misteriosa empresa. Digamos, sin revelar detalles, que se trata de una corporación que actúa sobre la vida sentimental de las personas -de clase alta, de las que pueden pagar sus servicios- con la misma lógica con la que sus clientes manejan dinero y mercancía. Ah, Mentor está casado con Alma (Moro Anghileri): hermosa, servicial, mucho más joven que él. Una chica plástica que, más que amarlo, parece repetir un libreto.
La vida de Mentor se complicará cuando pretenda algo más -o algo menos- que lo que le ofrece su paraíso artificial; cuando pase de manipulador a manipulado. Las actuaciones -en algunos casos, deliberadamente mecánicas- son buenas; también la fotografía, que juega con los contrastes entre el mundo gélido del empresario y el real. Algunos giros inesperados funcionan; otros, no. La música, que remarca sensaciones, molesta. Como también ciertas moralejas demasiado obvias.