Cuando uno sale del cine tras ver “La corporación” (Argentina, 2012) se queda con una sensación extraña. Sin ser una obra maestra del género, Fabián Forte construye un discurso sobre las relaciones y los vínculos en el siglo XXI, sin eufemismos ni medias tintas, que atrapa desde el primer momento.
Su planteo es el siguiente: en un futuro no tan lejano (¿o ya estamos en él?) hay una misteriosa CORPORACION que ofrece un sinfín de servicios dentro de los que se encuentra el de “simular” una vida posible, siempre y cuando uno posea el dinero para solventar tamaña empresa. Corriéndose del cine de terror por un instante, Forte profundiza sobre la condición humana y la negación de la realidad frente a la construcción ficcionalizada de las relaciones actuales.
Hay un empresario exitoso llamado Felipe Mentor (un inmenso y equilibrado Osmar Nuñez) que increíblemente debe acudir a los servicios de la corporación para poder aparentar, principalmente en eventos sociales, algo que nunca pudo conseguir por sí solo: EL AMOR. Sin entrar en detalles, lo interesante de la propuesta de “La corporación” es su capacidad para crear climas opresivos que contrastan con los deseos reales de Mentor, es decir, de poder amar una vez en la vida y tener un hijo.
Pero en esos deseos también se esconde otra cosa, la imposibilidad de seguir las reglas impuestas por la corporación, porque más allá de aceptar el contrato con una estricta normativa, el regocijo que le trae la previsibilidad de las acciones. Mentor es un ser manipulador y autoritario, exigente por demás y que evita el contacto directo y espontáneo con sus allegados. En la soledad de su vacua y efímera existencia además carga con el peso de acompañar a su madre tras un fatal accidente.
Para ella también tiene planeado un destino a través de la corporación, tan o más oscuro que el de su propia existencia. El comprarse una vida no garantiza que eso permita la continuidad en el tiempo de la acción. El dinero compra todo, eso lo sabemos, pero en el caso de Mentor hay algo que no puede cristalizar. Por más dinero que tenga y contratos que lo avalen, su relación guionada con Luz/Clara (Moro Anghileri) avanza sólo en los diálogos que extrae de cursis películas románticas (todo lo contrario a él).
“La corporación” funciona porque Forte puede crear la atmósfera propicia para la lúgubre historia de un ser despiadado que intenta comprar amor. Con primeros planos, una cuidada producción y escenarios naturales, todo apoya el discurso del advenimiento de un nuevo tipo de vínculo (pronto en “Her” de Spike Jonze, también veremos cómo trata el tema). Osmar Nuñez es el actor ideal para esta película. Adusto, estoico, reservado, en la dureza de los gestos con los que compone a Felipe es en donde está la integridad del filme.
También poseen tanto Anghileri como Karina K (que interpreta a un ex amor de Mentor) grandes momentos en los que pueden desarrollar sus personajes. “La corporación” tiene la ventaja de explorar áreas en las que el cine argentino pocas veces ha trabajado. Para ir con el convencimiento de presenciar una puesta original en un tema interesante, el de manipular vidas a conciencia para conseguir un objetivo.