Los manipuladores de sentimientos
Felipe Mentor, un ejecutivo cincuentón (interpretado por Osmar Núñez) parece haber logrado con creces sus objetivos en la vida, al ser dueño de una empresa en ascenso y un buen pasar económico, además de contar con una bella y joven esposa (Moro Anghileri). Sin embargo, dista de ser un tipo feliz y mucho menos agradable. Todo lo contrario, necesita controlar hasta el menor detalle de su entorno, desde el perfume que usa su secretaria, hasta la forma de vestirse de sus empleados. Ese rol de manipulador sobre la vida de los demás, también se repite en la vida privada con su elogiable esposa, que memoriza frases escritas por él mismo, para que ella se las diga en momentos de intimidad, cumpliendo con sus fantasías afectivas y sexuales.
Muy pronto sabremos que esta conducta inusual es producto de un oscuro contrato con una corporación dedicada a brindarles a las altas clases sociales un servicio de relaciones sentimentales a la medida de sus deseos. Pero existen límites en las cláusulas de esos vínculos pagos, y esto originará el drama del protagonista, desmoronando su organizada vida.
Hallazgos y obviedades
La película gira en torno de una buena idea, aunque su ejecución es despareja: alterna hallazgos y obviedades. Por momentos, inquieta y genera suspenso; por otros, subraya alegorías sociales pero siempre deja la sensación de que podría haber sido más sutil, particularmente en la puesta en escena, que oscila entre momentos de alto refinamiento y otros condicionados por un presupuesto insuficiente. En este punto, tal vez se encuentre la clave de varios aciertos y deficiencias.
En lo formal, la fotografía juega con los contrastes entre el mundo ficticio y el real. Algunos giros inesperados funcionan; otros, no. La música incidental, que siempre quiere potenciar lo visual resulta invasiva y redundante, como también ciertas moralejas demasiado explícitas.
Metáforas y críticas
El director, que cuenta con antecedentes como realizador de películas en el género del terror, aquí parte de un guión ambicioso, de alcances inquietantes, que lo acerca a una radiografía sobre el poder, la dominación y el deseo, aunque el resultado final no alcanza a desplegar todas las posibilidades de una historia que incursiona en forma dispar por el drama romántico y familiar, el thriller negro y hasta con el cine fantástico y la ciencia ficción. Un film cuya trama funciona como una gran metáfora que incluye la aparente felicidad de una clase privilegiada con ingresos que le permiten acceder al cumplimiento de sus fantasías. Una idea representada muy bien por momentos y en otros no. Altibajos que se comprenden en el marco de una producción acotada por estrictos presupuestos de realización, que a veces no están a la altura de la fábula narrada.
Los ribetes fantásticos y simbólicos de la historia funcionan por momentos mejor que otros, como en el juego de representaciones que ocurren sobre el escenario de un teatro privado, propiedad de la corporación, donde se reproducen escenas de la vida cotidiana para que los clientes de la misteriosa empresa puedan elegir una pareja ficticia de acuerdo a sus gustos.
“La Corporación” ofrece una mirada sobre el mundo banal que hace un culto de las apariencias, criticando las formas de manipulación que cosifican a las personas volviéndolas un producto de consumo, con un precio y contrato de por medio.