"Tributo a un medio en extinción"
Por Denise Pieniazek
La Crónica Francesa (The French Dispatch, 2021), la nueva película del talentoso y original realizador Wes Anderson (The Royal Tenembaums, The Darjeeling Limited, Fantastic Mr. Fox, Moonrise Kingdom, The Grand Budapest Hotel, Isle of Dogs) es un homenaje a un mundo en posible extinción, la prensa escrita. Las publicaciones de la revista que da título al filme, The French Dispatch, son la excusa para que su director y guionista divida la narración principalmente en tres grandes historias. Es decir, que cada uno de estos fragmentos se corresponde con una sección de la revista, por ende, el aspecto formal del largometraje se corresponde con el formato de aquello que busca homenajear convirtiéndolo en una especie de antología cinematográfica.
Aunque también estructuralmente el relato -narrado por la voz over de Anjelica Huston- posee un prólogo y epílogo que se centran en el personaje del fundador y editor de la revista norteamericana con sede en Francia Arthur Howitzer, Jr. (Bill Murray), y además una breve historia de apertura titulada “The cycling reporter” escrita por el personaje de Herbsaint Sazerac (Owen Wilson). En ella poéticamente se contrapone, mediante el uso formal del split-screen que es utilizado para oponer dos tableaux-vivants a través del blanco y negro frente a los colores, el pasado y el presente de la ciudad francesa (ficticia) en la que se ambienta el filme y las discrepancias entre las distintas generaciones que la habitan.
Luego, lo que la enunciación presenta con un intertítulo como la primera historia perteneciente a la sección de arte, es titulada “The concrete masterpiece” cuya autoría pertenece a J.K.L Berensen (el personaje de la elegante Tilda Swinton). Esta historia dentro de la microhistoria es para quien escribe la más lograda e interesante de todo el largometraje. En ella Julian Cadazio, interpretado carismáticamente por Adrien Brody (cuyo personaje es el que más se destaca en el filme) se vuelve el mecenas de un talentoso pintor que descubre en prisión, Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), un asesino cuya musa y amante es Simone, su guardiacárcel (Léa Seydoux). Dicho segmento reflexiona y parodia sutilmente varias cuestiones de la institución arte y el mito del “artista-genio” de forma muy entretenida.
Luego La Crónica Francesa continúa su despliegue de elenco coral y narrativo con la sección de poetas y política con la historia “Revisions to a manifiesto” escrito por Lucinda Krementz (Frances McDormand), personaje inspirado en Mavis Gallant quien publicaba algunas de sus historias en The New Yorker. Éste se centra principalmente en el movimiento estudiantil de los años ´60 que tiene como líder al joven Zeffirelli (Timothée Chalamet) y en el lado feminista del mismo a Juliette (Lyna Khoudri). En tercer lugar, se desarrolla un segmento perteneciente al suplemento del magazine de gustos y olores, titulada “The private dining room, of the Police Commissioner” de Roebuck Wright (Jeffrey Wright), el cual esboza principalmente ideas sobre el ser extranjero y en consecuencia el desarraigo.
En conclusión, La Crónica Francesa dentro del universo diegético que propone desea rendir tributo al editor en jefe de la publicación con su obituario puesto que muere de un infarto (pues es el corazón de la revista), y cuyo personaje está inspirado vagamente en alguien del medio The New Yorker. Howitzer, es representado como un editor que protege y valora a sus colaboradores. Constantemente él les aconseja a los escritores “intenta que parezca que lo escribiste de esa manera a propósito” (“try to make it sound like you wrote it that way on purpose”), rescatando el estilo personal de cada uno. Y ese es el otro aspecto que Anderson quiere enaltecer, todas las historias que forman parte de este macro relato que es el largometraje, son de escritores que se involucran con sus protagonistas, con sus narraciones. Mediante sus bellos estilemas y magníficos decorados Anderson valora la subjetividad, al escritor que no sólo expresa su opinión, sino que vuelve cada narración personal. Por último, a pesar de todo lo descrito anteriormente, se debe admitir que a la película le falta unidad como obra, y que el episodio mejor logrado es el de la sección de arte. A diferencia de otros de sus filmes, éste por momentos se siente algo lento al carecer de ritmo, por eso no se lo considera la mejor obra del director. Sin embargo, la empatía y la originalidad en la creación de sus humanos y pintorescos personajes, siempre resulta atractiva junto con el deleite visual que sus personales universos ofrecen, lo que confirma la capacidad de observación que Anderson posee como artista.