La Crónica Francesa. El plato más extremo de este sofisticado chef llamado Wes Anderson.
Se ambienta en la redacción de un periódico americano en una ciudad francesa ficticia del siglo XX y da vida a una colección de historias publicadas en la revista homónima, “The French Dispatch”.
Pocos directores son tan identificables en su obra como Wes Anderson. Basta una sola imagen para adivinar rápidamente quién está detrás de la creación. Cine de autor. Ese término que se popularizó a partir de la nouvelle vague francesa allá por finales del ‘50. Y es que esta cinta nos presenta al Wes Anderson más exagerado en términos de su propio estilo. Destaquemos aquí algunos ingredientes de esta sabrosa receta:
Belleza visual. La composición de la imagen, la simetría, el montaje, la(s) paleta(s) de colores. Esa marcada estética está más presente que nunca. Un festín a los ojos, una película que por momentos me invitaba a olvidarme del relato para dejarme llevar por esos cuadros con exquisito movimiento.
Un elenco, que más que elenco pareciera un dream team actoral. Un desfile de actores y actrices de lujo que hasta el final del film no cesan de aparecer. Algunos personajes con más desarrollo, algunos donde el relato permite que los disfrutemos más que a otros, pero este primer nivel interpretativo sumado al excelente clima que el director genera en los rodajes no falla.
Un humor esencialmente sostenido en el gag visual y la música que termina por acompañar de buena manera esta danza de la cinematografía con un estilo más que acertado.
Quizás aquello que modestamente podría reprocharle es el exceso. Derrocha. Tanto que termina dejando la historia en un segundo plano. Y lejos están mis intenciones de juzgar su estilo, su carácter de autor que ha sido la esencial crítica recibida. ¿De eso no se trata el arte? ¿De tener una voz, un estilo, una marca? ¿Un pintor o una banda de música acaso no te cautivan por realzar su esencia? Celebro su estilo pero considero que en esta oportunidad los elementos resultan un tanto desbalanceados. No está esa empatía en sus personajes, esa historia que cautiva, ese sabor a nostalgia que sí hemos visto en otros trabajos.
Pero no deja de ser a fin de cuentas una gran película de un gran director. Por tanto, si te gusta su estilo sugiero que no te pierdas la experiencia de verla en cine. Si no sos muy adepto a su estilo esta no es la cinta que hará cambiarte de parecer.
Por Matías Asenjo