Otra de exorcismo trucho, y van…
Basada en hechos reales, la nueva película del director Xavier Gens (Hitman, The Divide) aborda un caso de exorcismo seguido de asesinato por crucifixión, como reza el título de la película. Al director francés se suma un elenco de múltiples orígenes con la inglesa Sophie Cookson, el rumano Corneliu Ulici y el más conocido español/argentino Iván González.
En el año 2004, un pequeño pueblo ubicado en las afueras de Bucarest, Rumania fue el escenario de un brutal asesinato, cuya resolución todavía hoy está lejos de ser clara. El padre Dimitru, párroco de la localidad, fue arrestado junto a un reducido grupo de su congregación luego de que le practicara un exorcismo trunco a una de las monjas de su monasterio, Adelina Marinescu, de 23 años de edad, quien murió camino al hospital luego del ritual inconcluso. Esta película que da cuenta del hecho retoma los acontecimientos desde la perspectiva de Nicole Rawlins (Cookson), una periodista neoyorquina cuyo interés por el caso la lleva hasta Rumania para intentar desentrañar una verdad que mucho tiene que ver con sus propios demonios personales.
Películas de terror sobre exorcismos hemos visto miles, desde ideas retorcidas e inverosímiles hasta grandes producciones que trascienden el género como puede ser El Exorcismo de Emily Rose. El caso de La Crucifixión está emparentado con esta última porque ambas cintas están basadas en casos reales. Pero solo por eso. Porque lo que tenemos es un relato chato, que empieza por contar el caso de exorcismo devenido a asesinato antes mencionado para pasar inmediatamente a la óptica de la protagonista de la cuestión que es la periodista Nicole Rawlins. Tanto sus descubrimientos sobre el caso como su pasado con una madre que muriera tras rechazar un tratamiento médico por motivos religiosos en ningún momento logran captar la atención del espectador que a duras penas puede mantenerse atento en busca de ser sorprendido por lo extraordinario del caso que, recuerden, ocurrió realmente.
Como representante de su género, la película sólo asusta cuando recurre al viejo truco del impacto mediante alguna cara fantasmagórica o una aparición repentina. No se usa la música para inducir al clima que antecede al susto y la historia por sus propias características está lejos de propiciar ese ambiente. Las actuaciones, poco destacadas también, tienen poco con qué trabajar en un contexto en el que incluso desde el director se atenta contra ellas a partir de varios planos para las escenas dialogadas que obligan a los actores a mirar directamente a la cámara, recurso que lejos de aportar algo narrativa o dramáticamente les quita verosimilitud a los ya de por sí flojos parlamentos de los personajes.
El público amante del cine de horror podrá apreciar ciertas locaciones y ambientaciones propias del género, la buena calidad técnica de las escenas más sangrientas o simplemente sumar una más a su lista de historias terroríficas vistas en la gran pantalla. Pero nada más.