El cuarto film de Xavier Gens, "La crucifixión", toma un supuesto caso real para plantear una típica película de exorcismos más solemne que en otras ocasiones. El director galo Xavier Gens tomó fama cuando en 2007, su ópera prima La frontera del miedo se convirtió en uno de los emblemas del nuevo terror francés; aquel que apostaba al gore, las escenas de alto impacto, y un ritmo/montaje rabioso.
Tres films después, algo pendulares, nunca alcanzando el nivel de aquella, pasando por la acción, presenta "La Crucifixión" con la que se anunciaba su vuelta al terror más puro. Una película de exorcismos.
Si tenemos en cuenta que, la que para un amplio sector, es la mejor película de terror de todos los tiempos – "El exorcista" – pertenece a este género, y cuenta con el mito de que varios espectadores huyeron despavoridos y aterrados de sus proyecciones; "La crucifixión" tenía una buena base para crear el clima de sugestión correcto.
Por otro lado, también sabemos que los exorcismos y las posesiones son caldo de cultivo para el cine más estilo clase B, con bajo presupuesto, hectolitros de sangre, y cierta incoherencia que para los fanáticos puede resultar entretenida. Ni una cosa, ni la otra.
"La crucifixión", un poco como la recordada "El exorcismo de Emily Rose", se planta en la solemnidad del rótulo incierto de "Basada en hechos reales", para intentar crear una historia verosímil, casi documentada, sobre un caso que, pudo o no haber incluido sucesos paranormales.
Así como la historia real de Anneliese Michel insipiró "El Exorcismo de Emily Rose" y la alemana "Requiem" (que buscaba darle una explicación más lógica y racional), el conocido como Exorcismo de Tanacu, o la historia de la monja Maricica Irina Cornici, también tiene dos versiones fílmicas. En 2012 el rumano (lugar en el que ocurrió el caso) Cristian Mungiú presentaba "După dealuri", lógicamente más dramática y terrenal, como podría esperarse del director de "Cuatro meses, tres semanas y dos días", y de un film en competencia del festival de Cannes.
"La Crucifixión" retoma ese hecho desde una postura más de género, pero también como si fuese una crónica. Los guionistas Chad y Carey Hayes (mismos de ambas "El conjuro", entre otras) le otorgan el punto de vista a Nicole Rawlins (Sophie Cookson), algo así como el paralelismo de la abogada que encarnaba Laura Linney en Emily Rose, la mirada externa, incrédula, que vivirá la experiencia para creer o reventar.
Nicole es una periodista, típica ávida en conseguir una noticia que le permita ascender, que deberá investigar el caso de un sacerdote que fue encarcelado en Rumania, acusado de haber crucificado y asesinado a la monja Adelina Marinescu (la Maricica Cornici ficcional) durante un proceso de exorcismo rara vez permitido por la Iglesia Católica.
Ella viaja a Rumania y comienza a relacionarse con el hecho, a recolectar información, manteniendo su postura de periodista profesional que busca la racionalidad de los sucesos. Lógicamente, a medida que Nicole se involucre más y más en la historia de Adelina, comenzará a sentir ella misma la posesión de la que tanto mencionan.
Los Hayes y Gens estructuran el relato a través de flashbacks continuos, que nos llevan a la historia de la monja, su posesión demoníaca y su exorcismo; y la investigación de Nicole, y los acontecimientos que ella misma vivenciará. Este ir y venir en el tiempo, Gens lo utilizará para ir creando clima a través de los clásicos jump scares, en su mayoría falsos.
La mayor cantidad de escenas de “miedos reales” las encontraremos en los flashbacks de Adelina, apuntando a cierta adrenalina escénica de crear impacto con gritos, sonidos fuertes, y una cámara sucia; pero nunca eleva al juego a un temor fuerte. La historia de Nicole por sí misma nunca termina despegar y generar un interés real, como sí lo hacía Emily Rose con su protagonista que se debatía entre la moral de su profesión y lo que veían sus ojos. Nicole es una simple reportera, casi una guía turística de lo que "La crucifixión" nos quiere contar.
El ritmo impreso tanto desde el montaje, su banda sonora, como desde lo argumental, es más bien solemne; buscando que el espectador crea en la realidad o veracidad de lo que ve.
Al tener a una periodista como eje movilizador y punto de vista, más de una vez pareciéramos asistir a un largo informe sensacionalista, o a esos programas de canales documentales que manipulan ciertos hechos para causar algún impacto. Siempre manteniendo una visión religiosa en primer plano.
No obstante, pese a cierta quietud, y a no generar la suficiente cercanía con sus personajes (en lo cual, las interpretaciones no ayudan), "La crucifixión" no llega a aburrir, y si no se busca saltar de la butaca ni estar aferrado a puro nerviosismo de tensión, es un producto que puede llegar a resultar satisfactorio. El subgénero de exorcismos ha dado mucha tela para cortar de toda clase.
"La crucifixión" es una prueba de algo ya visto y conocido, que intenta buscar nuevas formas, aunque quizás no sean las correctas. Queda el plus para nosotros espectadores argentinos de observar los momentos en que aparezcan los locales Javier Botet (y otra de sus creaciones monstruosas) e Iván González.