Ante todo el axioma: cuando un filme viene precedido del maldito cartel “basado en hechos reales”, entonces no le creas.
Lo cual llevaría a preguntarse cuáles son los hechos reales verdaderos, y la respuesta inmediata es que no tendría ninguna importancia si fuese un buen producto.
Por lo tanto, esa leyenda del principio tiene en si mismo un rol de justificación, por lo que se va a contar.
De hecho, este filme rumano arranca bien, casi como un thriller, una periodista neoyorkina se entera que un sacerdote cristiano será llevado a juicio por asesinato, hecho ocurrido durante la práctica de un exorcismo a una joven monja
Ese interés primario instalado dura muy poco, rápidamente todo se va inclinando hacia el género del terror, articulándose en lo inverosímil.
De estructura narrativa clásica, con algunos flashback explicativos, pero con grandes falencias en su escritura, si le sumamos los errores de continuidad, algunos de diseño de producción, saltos temporales injustificados.
Eso sumado no sólo a la catarata de lugares comunes típicos de estas producciones, asimismo es un catalogo de clichés, tanto en la historia como en la presentación, construcción y desarrollo de los personajes,primarios y secundarios.
Hay modificación, claro, pero a la altura de los acontecimientos no sólo aburrió sino que tampoco se lo creemos.
Los exabruptos sonoros como único medio para sobresaltar al espectador, daríamos cuenta de la pobreza de la película. No estoy hablando de los costos de la misma, sino casi desde el desdén con que fue pergeñada, constituida y estrenada.
Lo único destacable es la fotografía que aprovecha al máximo las locaciones en donde transcurren las acciones, su belleza natural, lo fascinante, misterioso de la campiña rumana, madre de infinidad de leyendas durante el medioevo, es explotado al máximo por el trabajo en tanto dirección de fotografía y puesta de cámaras.
Demasiado poco.