Cada jueves que una película de terror arriba a la cartelera local se renuevan las expectativas de encontar a las próximas El conjuro o La Bruja, verdaderos hallazgos contemporáneos del género, pero lamentablemente el noventa por ciento de los casos arroja resultados decepcionantes. Hablando de El conjuro, ni siquiera la mano de sus productores y guionistas -los hermanos Carey y Chad Hayes, que aquí replican funciones- puede elevar los méritos de la modesta La crucifixión.