No solemos ocuparnos con cierta extensión de la mayoría de las películas de terror que se estrenan (a un promedio de una por semana) durante el año, pero alguna vez teníamos que explicarlo. El género es un fenómeno con un núcleo duro de seguidores que lo ven todo y lo sostiene incluso cuando la mayoría de estos films están lejos de cualquier excelencia -claro que hay excepciones-. Es el caso de esta película: por una parte, curas condenados por la muerte de una monja en un aparente exorcismo (lo que recuerda El exorcismo de Emily Rose, muy buen drama psicológico antes que parte del género), después, una periodista que investiga y un atractivo cura que quizás sea la clave de todo. Y sustos, más sustos, sobreabundancia de sustos. Es decir, el puro efecto que cualquiera puede lograr subiendo de golpe el sonido de la TV. El verdadero cine de terror es el que nos cuestiona, nos genera miedo y fascinación y nos acompaña a la salida de la sala. No la mera colección de sustos, como en este caso.