El subgénero de los exorcismos está acabado. A menos que resurja de las cenizas como lo hizo con la brillante The Conjuring, no hay que volver a tocar el tema de posesiones demoníacas por un largo tiempo. Triste, porque esperaba maravillas del equipo técnico y el tiro les salió por la culata, ofreciendo en The Crucifixion un pastiche masticado de lugares comunes del género, que ni sirven para aplacar el hambre de horror de todas las semanas.