Obra magnánima
La cuarta dimensión (2018) de Francisco Bouzas es una increíble pieza cinematográfica para Latinoamérica. En sí misma es un maravilloso diálogo entre la identidad musical y geográfica. Entre el mundo concreto y el mundo de las pasiones.
César es un joven de 19 años boliviano que vivía en Argentina y ahora debe volver a su pueblo natal, a donde intentará trasladar su impulso creativo arraigado en la murga porteña.
Fundirse en su objeto de estudio es la idea principal de ésta película y vaya que lo logra. Indaga en la pasión absoluta de éste joven por la música y retrata con la música una parte de su ser. Y también como parte del ser de la película entera, que desborda musicalidad en su realización, marca el ritmo y un disfrute que explota como no puede ser de otra forma en las murgas.
Visualmente es una pintura tras otra, con planos de una belleza imponente. El producto total es una máquina de satisfacciones para los dos sentidos que se ponen en juego en la experiencia del cine.
Es inevitable pensar también en el recorrido geográfico y asociarlo a nuestra realidad social. Sentir a César como un migrante de aquí y de allá cuya identidad más certera es la musical y la que lo acerca realmente a su libertad plena.
Es increíble como Francisco Bouzas pone absolutamente todos los elementos a disposición del relato, creando más que “una película sobre tal tema” sino creando una obra de magnitud para el cine entero.