Muchas veces las familias aparentemente bien constituidas guardan secretos que nunca aparecen en la superficie. Este es el caso de Jorge y de Elena, casados durante 30 años, que para festejar el acontecimiento deciden agasajar a sus hijos y parientes cercanos con un sabroso cordero que, lentamente, se va asando en el jardín de la hermosa chacra a la que, por imposición de Elena, el matrimonio decide irse a vivir tras la jubilación del marido.
La mañana de ese domingo soleado se va poblando con la llegada de cada vástago, pero será Jorge quien romperá con la rutina de esa reunión en la que los hijos, una cuñada y una criada, sumados a un callado peón que cuida la cocción, comenzarán a poner en descubierto sus más escondidos misterios.
Hay entre ellos un estafador, un narcotraficante y alguien que aprovecha el silencio del lugar para dar rienda suelta a sus apetitos sexuales. Poco a poco, y entonado por las bebidas alcohólicas, Jorge comenzará con sus acusaciones.
El director Gabriel Drak demostró en éste, su primer largometraje, una gran capacidad para retratar a esa familia que disimula sus secretos. Un elenco de indudable calidad dio vida a estas criaturas escondidas en sus temores y en su cinismo, y así surge del reparto el nombre de Ricardo Couto, que hace una verdadera creación del torturado Jorge.
Impecable en sus rubros técnicos, La culpa del cordero queda como un film que va ganando en tensión a medida que transcurre su historia y se convierte así en una cortina que descubre los secretos bien guardados de una familia aparentemente normal.