Asger Holm es un oficial de policía actualmente suspendido de sus funciones, degradado al rol de operador del servicio de emergencias. El trabajo es rutinario y tedioso para alguien acostumbrado a patear las calles de Copenhague, hasta que una noche recibe el desconcertante llamado de una mujer que le dice: “Hola cariño”. Para Asger se trata de la consecuencia de una borrachera, pero más pronto que tarde descubrirá que son mensajes cifrados y que esa mujer está secuestrada en una camioneta.
Filmada íntegramente en la oficina del telefonista, La culpa mostrará los denodados intentos de Asger por salvar a la mujer movilizando a las fuerzas de seguridad de las localidades aledañas a la zona del secuestro. Lo hará a contrarreloj, con los nervios erizando su piel… y también la de los espectadores.
La ópera prima de Gustav Moller es uno de los thrillers más originales de los últimos años. Una película tensa, bien armada, de suspenso creciente, con buen manejo del timing y hecha con plena conciencia del espacio opresivo y asfixiante en el que transcurre. En ese sentido, no parece casual que Asger y la mujer se enfrenten a situaciones similares de encierro.
No conviene adelantar demasiado sobre las situaciones venideras, en tanto ellas son parte constitutiva del resultado final de la película. Sí puede decirse que, a medida que avance el relato, irá entrelazándose la situación personal del policía, en especial los motivos por los que está atendiendo un teléfono en lugar de patrullando, con la de víctima, construyendo así una espiral creciente cuyo destino final es imprevisible. Una sorpresa que muestra que hay vida en los cines por fuera de los Avengers.