Hay realizadores a los que, parece, el merecido reconocimiento nunca les llega. Ese quizás sea el caso de Gore Verbinski, un director que puede no ser un nombre referencia inmediata para el público general; pero que sabe darle a cada uno de los proyectos en los que se embarca, su sello particular.
La cura siniestra probablemente sea su película más personal, por lo menos en cuanto a visión creativa, y en eso, es probable que influya el ser poseedor de la idea original.
La historia comienza sencilla, Lockhart (Dane DeHaan) es un joven ejecutivo, atrapado por sus despiadados jefes en la estafa que estaba realizando. “Al contrario” de ser penalizado o despedido, sus jefes le encargan una tarea que, en la teoría es más molesta que complicada. Debe convencer y traer de regreso a Nueva York a Pembroke (Harry Groener), socio de la empresa, del que necesitan una firma fundamental, y se encuentra hospedado indefinidamente en un spa clínico. Ah, el spa queda en los Alpes Suizos.
Al llegar al lugar, Lockhart se cruzará con Volmer (Jason Isaacs), director del lugar; y notará que llegar a Pembroke no será tan sencillo como creía. ¿Qué se esconde en aquel lugar?
A los pocos minutos de iniciada La Cura Siniestra nos daremos cuenta que estamos frente a una suerte de mundo que maneja sus propias reglas. Verbinski, a mano con el guionista Justin Haythe, nos proponen algo cercano a la ensoñación, a lo pesadillezco sin necesidad de llenar la pantalla de sombras y oscuridad; más bien hablamos de algo turbio.
Cada escena, sobre todo en la primera hora, está pensada como si fuese una obra pictórica plagada de detalles, el universo dentro de ese spa se mueve como una perfecta coreografía sincronizada de movimientos, formas y colores. Simplemente no podremos despegar los ojos de la pantalla.
A medida que avance el argumento, se irán sumando capas, hechos que parecen, y lo son, un delirio, que pueden ser incongruentes y hasta terminen resolviéndose con alguna grieta sin lógica; pero que en el juego que nos propuso Verbinski, encajan a la perfección.
Un mundo fantástico en el que ancianos de muchísimo poder adquisitivo son convencidos de poseer un mal que los corroe por dentro y deben ser desintoxicados; un lenguaje crítico al capitalismo sutil y bello.
Los misterios se suman y suman, las explicaciones mucho no importan, y lo que sucede parece ir cambiando minuto a minuto; nunca decae, y siempre convence en su locura.
Dane DeHaan y Jason Isaacs son los protagonistas ideales para esta propuesta, DeHaan nació para interpretar roles al borde la insanía, es algo natural, Y Jason Isaacs se divierte en estos personajes que nunca explotan de histrionismo, pero ofrecen muchísimas gamas de perversión.
Lo dicho, desde la fotografía de Bojan Bazelli; al equipo de Dirección de arte integrado por cinco personas; realizan un trabajo formidable, plagado de tonos ocres y verdes que expresan lo ruinoso, extraño y putrefacto del lugar; a la vez que ese movimiento coreográfico expresa un extraño e incómodo bienestar. La composición musical de Benjamin Wallfisch acompaña armoniosamente.
No todas las películas de Gore Verbinski fueron buenas, algunas son olvidables como La Mexicana y otras son corsets fílmicos como la trilogía de Piratas del Caribe y El Llanero Solitario; pero siempre, desde la sorprendente Un Ratoncito Duro de Cazar, se las ingenió para otorgar algo de su propia visión del universo cinematográfico.
La Cura Siniestra es un regalo visual, y un entretenimiento argumental tan disparatado como intrigante. Es de esas películas que no conviene dejar pasar.