Gore Verbinski nos regaló algunos films interesantes como “La Llamada” (The Ring, 2002), las primeras tres entregas de “Piratas del Caribe” (Pirates of the Caribbean) y “Rango” (2011), por la que ganó el Oscar a Mejor Película Animada. Es acertado decir que el realizador sabe moverse a través de diferentes géneros y salir bien parado, pero no es el caso de “La Cura Siniestra” (A Cure for Wellness, 2017) donde se excede (en tiempo, narrativa, vueltas de tuerca) y la historia se le escapa de las manos.
A pesar de sus excesivos 146 minutos de duración, el realizador no logra atar todos sus cabos sueltos, dejando unos cuantos interrogantes y recalcando demasiadas obviedades de una trama que, tranquilamente, se podría haber resuelto en un tiempo más acotado.
Lockhart (Dane DeHaan) es un joven ejecutivo en ascenso. La compañía en la que trabaja está a punto de fusionarse, pero necesitan la aprobación del director ejecutivo que decidió retirarse de los negocios repentinamente y pasar sus días en un spa, “curándose” de la avaricia y todos esos males modernos que afectan al mundo.
Lockhart debe viajar hasta los Alpes Suizos y convencer al señor de que vuelva a la realidad, en parte, por su propio beneficio, pero lo que de entrada parece una tarea sencilla, pronto se convierte en una misión bastante peligrosa. El lugar, un idílico paraíso ensamblado en medio de las montañas, alejado de la sociedad y la dependencia tecnológica donde hombres y mujeres ya mayores y adinerados van en busca de esta cura, esconde unos cuantos misterios y un secreto demasiado truculento para ser verdad.
El lugar, regenteado por el doctor Volmer (Jason Isaacs) es un viejo castillo que en sus entrañas esconde un estanque de aguas termales, clave para el tratamiento de los pacientes que, según el muchacho puede observar en las pocas horas que pasa allí, no parecen tan saludables como deberían. Lockhart intenta volver a casa, a pesar de no haber logrado su objetivo, pero un accidente en la ruta lo obliga a permanecer en el spa, recibiendo los cuidados que este ofrece.
De a poco, el muchacho comienza a aislarse y a olvidar el mundo real que lo espera, pero las sospechas todavía lo mantienen inquieto. Mientras intenta develar los secretos que esconden esas paredes, su salud mental empieza a jugarle una mala pasada y, posiblemente, deba quedar internado hasta el resto de sus días.
La primera media hora de “La Cura Siniestra” logra atraparnos y meternos de lleno en este universo de extraños acontecimientos, con una estética hermosa y truculenta al mismo tiempo. Después, todo se empieza a desbarrancar. La trama entra en una espiral de repeticiones, lugares demasiado comunes y obviedades, y ya no sabe como acabar. Es más, en su última hora, Verbinski amenaza con varios finales y, ni así, logra redondear una historia tediosa, desagradable y previsible, casi desde el comienzo.
“La Cura Siniestra” toma como eje del mal al mentado “científico loco”, acá con varias reminiscencias a los nazis, aunque la trama se desvía y no va por ese lado. El director cree que puede confundirnos con cada giro de su relato, pero sólo logra estirar la agonía y una idea que, contada de otra manera, podría haber sido más interesante.
Dane DeHaan hace lo que puede con un guión que se desborda y no llega a ninguna parte. El resto del elenco no aporta más que un poco de color al “decorado”, en definitiva, lo único bello de esta historia, gracias a una estética austera de colores lavados. “La Cura Siniestra” promete cosas que no logar cumplir y cómo bien dice el dicho, en este caso, es mucho mejor la enfermedad.