Atrapado en el spa
Inspirado en clásicos del género, el regreso de Gore Verbinski al cine (La llamada, Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra) con La cura siniestra (A cure for wellness, 2017), es un claustrofóbico viaje hacia el centro de la locura en la que nada ni nadie será lo que realmente dice ser, y esa dualidad es la que, justamente, potencia su propuesta.
El lugar de retiro y saneamiento, dirigido porel oscuro Dr. Volmer (Jason Isaacs), con leyes propias de un campo de concentración y pacientes que obedecen a cada una de las indicaciones que les imparten con una gigantesca y artificial sonrisa, será el principal obstáculo de Lockhart (Dane DeHaan) para cumplir su misión: encontrar rápidamente al empleado de la empresa en que trabaja y volver a su país. Pero también comprenderá qué es lo que realmente el doctor realiza allí con sus internos para “curarlos” de la avaricia, la codicia y otros ítems relacionados al dinero. Mientras analiza los hechos conoce a una joven (Mia Goth, actualmente rodando, no por casualidad, la remake de Suspiria), quien también desea a toda costa salir del encierro en el que la obligaron a vivir desde pequeña.
Con muchas similitudes a La isla siniestra (Shutter Island, 2010) y Cuerpos perfectos (The Road to Wellville, 1994), la historia del extraño que ingresa en una institución hospitalaria con raros procedimientos y que termina siendo atrapado, es tan vieja como el cine mismo, y tan trabajada en una infinidad de narraciones que la puesta al día debería actualizar el relato de alguna manera. Y Gore Verbinski enmarca su película en una estructura escenográfica contundente, necesario para las nuevas generaciones. La directora de producción Eve Stewart diseñó una construcción ostentosa, imponente, con líneas geométricas que configuran el camino por el cual Lockhart trata de escapar, pero también las mismas que trazan los laberintos mortales de los cuales le será imposible salir. Si por ejemplo, ingresa al sauna, en medio del vapor, las paredes se transforman, eliminando salidas y configurando una cárcel de concreto en la que perderá el sentido y la orientación. Y pese a este recurso “edilicio” a medida que La cura siniestra avanza. el relato va perdiendo su dirección, iniciándose como una crítica al consumo, el poder, el dinero, y las grandes corporaciones, con una narración sobre el mal para terminar convirtiéndose en una aventura plagada de pesadillas en donde la única escapatoria es la muerte.
Gore Verbinski es ambicioso, y en su afán por construir un relato épico sobre la búsqueda del sentido de la vida, termina por conformar un homenaje a clásicos del género (Vincent Price, Alfred Hitchcock, Kafka, entre otros) filmando con preciosismo (travellings, paneos, imágenes oníricas y panorámicas de una gran belleza) una película que naufraga en su sentido original de ser, pero que así y todo mantiene, con recursos del gore y el trash (muchos no querrán volver al dentista) el misterio necesario para que hacia el final algunas revelaciones deus ex machina terminen por completar la propuesta, aun siendo éstas absurdas y disparatadas.