Puro maquillaje
Hace apenas una semana se estrenó J. Edgar, en la que un Leonardo DiCaprio con gruesas capas de maquillaje interpreta al tiránico J. E. Hoover, figura clave del conservadurismo estadounidense. Es una narración fluida, llena de ideas, contrastes y matices, con el sello de un notable director como Clint Eastwood.
Ahora, llega otra biopic sobre otro emblema del conservadurismo, aunque en este caso británico. Y, nuevamente, nos encontramos con el rostro de una estrella (Meryl Streep) convertido en una muy anciana y degradada Margaret Thatcher recordando sus épocas de gloria.
El problema aquí no es ni el personaje en cuestión (heroína para algunos, villana para otros), ni el trabajo de Streep (uno de esos tour-de-force servidos en bandeja para que una actriz de renombre se gane unos cuantos premios). Lo que hace de La Dama de Hierro una película mediocre es una puesta en escena torpe (la directora es la misma del musical Mamma Mia!) y un guión didáctico, dominado por todo tipo de clisés de ese subgénero tan riesgoso como el de las biopics y por decisiones artísticas muy poco logradas (por no decir directamente grasas).
La historia está narrada desde un presente en el que Thatcher es una viejita casi senil, desorientada, con rasgos de paranoia y esquizofrenia, matizada por algunos pasajes de lucidez. Mientras todavía se mantiene en actividad gracias a actividades protocolares o a la presentación de sus memorias, sufre todo tipo de alucinaciones; en especial, el fantasma de su ex marido (Jim Broadbent), al que sigue mandoneando con rigidez y obsesividad. Este recurso es tan recurrente y obvio que el film se acerca demasiado a los peores exponentes del viejo realismo mágico latinoamericano.
A partir de ese planteo, iremos viajando al pasado para conocer sus inicios en la política (cómo una mujer de pueblo, hija de un almacenero, va escalando posiciones dentro del machista y aristocrático Partido Conservador), hasta llegar al poder. Un camino épico descripto aquí sin la más mínima fuerza ni convicción.
El film también pendula entre lo público (la actividad política) y lo privado (sobre todo, la apuntada relación con su esposo y con su hija Carol), y recorre las principales batallas que emprendió durante sus tres gestiones (12 años) como (primera) Primera Ministra de Inglaterra: contra el terrorismo del IRA, contra los sindicatos para implementar un implacable plan de privatizaciones y, claro, contra la junta militar argentina en la guerra de Malvinas (la secuencia más potente de todas).
Es muy probable que Meryl Streep gane el Oscar por esta actuación más efectista que eficaz. Ella y Thatcher -para bien o para mal- quedarán en la historia. Esta película, no.