Película Imperceptible
La vida de la premier británica Margaret Thatcher es llevada al cine banalmente y sin profundizar demasiado por Phyllida Lloyd en La dama de hierro (The Iron Lady, 2011). Un film menor sostenido en la actuación de Meryl Streep, que una vez más salva un producto meramente televisivo que si no la tuviese como protagonista nunca se habría estrenado en cine.
La dama de hierro funciona en tono de biopic con la típica y clásica estructura que se manejan este tipo de films. Salvo contadas excepciones, como I’m not there (2007), Control (2007), María Antonieta (2007) o Red Social (2010), que se permitieron romper con el género y darle una vuelta de tuerca, los films biográficos cada vez más de moda, en su mayoría siguen ciertas premisas que funcionan en el público, pero carecen de vuelo narrativo y alguna que otra idea innovadora que rompa con el clasicismo. El caso de La dama de hierro es más cercano a La Vie en Rose (2007), Ray (2004) o la chilena Violeta se fue a los cielos (2011) que a las citadas anteriormente, incluso la reciente Juan y Eva (2011), de la realizadora argentina Paula de Luque, tiene un nivel muy superior y mucho más profundo, a pesar de que los recursos económicos hayan sido muy diferentes.
De comienzo vemos a una Margaret Thatcher mayor, con serios problemas seniles y alucinatorios, que en tono de flashback recorrerá los momentos que marcaron su vida política y la de Gran Bretaña. Sus comienzos en el partido conservador, su posición ante el IRA, el rechazo al Euro, la guerra de Malvinas y un sinfín de hechos logran que la película se transforme en un collage de instantáneas cuasi importantes pero sin llegar a ahondar demasiado sobre ninguna. Así como en una ensalada se mezclan un sinfín de ingredientes para darle colorido y sabor pero en el fondo nada se distingue, en La dama de hierro es tanto lo que se quiere abarcar que al final no queda en claro quién era y que hizo la señora Thatcher. Ni siquiera se sigue una línea ideológica y todo suena más a pastiche o rejunte de sobras que a un plato de cocina de autor, siguiendo con la comparación.
Más allá de contar con un guión carente de matices y que en un punto pareciera extraído de un “Billiken”, La dama de hierro se sostiene por la brillante actuación de Meryl Streep, sin ser lo mejor que ha hecho a lo largo de su carrera, seguramente por las flaquezas de la historia, su composición de la premier británica evita que la película se convierta en un producto para ver un domingo a la tarde por la señal de cable Hallmark. Streep consigue un personaje que juega con la ambigüedad para mostrarlo tanto como un ogro capaz de cualquier cosa por sus ideales –la guerra de Malvinas es un claro ejemplo de ello-, como a una pobre viejecilla que cualquier niño querría tener como abuela.
La película de la misma directora de Mamma Mia! (2008) es sin lugar a duda una obra menor, que más allá de contar con un gran equipo técnico y un excelente trabajo de maquillaje, se nutre únicamente de una actriz que logra que una historia cargada de clisés y lugares comunes llegue a conmover y hacernos creer que es la verdadera Margaret Thatcher. A pesar de que el resto sea un estereotipo.