La Dama de Hierro sigue el ascenso y caída de Margaret Thatcher, la única mujer Primer Ministro del Reino Unido, quien atravesó todas las barreras de género y clase para ser escuchada en un mundo dominado por hombres.
Las biografìas siempre son un tema candente en el cine. Películas que están especialmente orquestadas para que el espectador se adentre en la sufrida vida del personaje histórico de turno siempre generan controversia al intentar humanizar los íconos más de lo debido, yendo hacia el lado de la edulcoración excesiva. Tal es el caso de The Iron Lady, una película con más de un desliz narrativo pero con la fuerza imponente del personaje creado por una galardonada Meryl Streep, quien acá es más que nunca sinónimo de calidad.
Contada a travès de flashbacks hilados por una ancianísima Thatcher al borde de la demencia (en todo momento la figura de su marido, quien murió hace años, se le aparece a su lado) es que el espectador ve el ascenso y caída de esta mujer, quien no se detuvo ante nada para cumplir el sueño de su vida: cambiar la tierra en la que vivió siempre, a costa de dejar de lado a su familia por el poder. Más allá de la osadía de mostrar a una otrora líder mundial caída en desgracia (todo el mundo está perplejo de su senilidad), la historia de vida de Margaret es por momentos fascinante por todo lo que logró como mujer en un lugar en donde era inimaginable que llegara, pero por otro lado puede resultar un poco densa y tensa por la pegatina inmensa que resulta ver una escena tras otra de la vida de la dignataria.
A pesar de estar más que bien dirigida por Phyllida Lloyd (Mamma Mia!), la estrella es, por supuesto, la impresionante Meryl Streep dando una vez más uno de los papeles de su vida: más allá de la crediblísima prostética utilizada para recrear diversas etapas de la Thatcher, Meryl canaliza casi escalofriantemente los tics y modismos de la dignataria de una manera tan natural que asusta. Es la verdadera columna vertebral de The Iron Lady y el principal aliciente a la hora de elegir la película para verla. El resto del elenco hace un más que eximio trabajo, acentuando la labor de Streep, con el siempre agradable de ver Jim Broadbent como el esposo de Margaret, y Alexandra Roach y Harry Lloyd como las versiones jóvenes de ambas también resultan un gran estímulo.
Por más férrea y descomunal que este Meryl Streep, The Iron Lady sufre de un guión al que se le pasó de raya lo edulcorado del personaje histórico y una mezcolanza de escenas que pueden llegar a pesar en el espectador medio; el enfoque absoluto hacia el personaje de Margaret Thatcher afectó un poco al producto final, que se hubiera beneficiado de explorar los personajes cercanos a la Dama de Hierro. Aún así, es para lanzar laureles ante una portentosa y explosiva Streep: es su show absoluto.