Dama de hierro, película de trapo
Dos películas que no vi (entre tantas) son Mamma mia! (anterior trabajo de Phyllida Lloyd) y J. Edgar del gran Clint Eastwood. Estas dos omisiones configuraron mi acercamiento a La dama de hierro, primero por no tener la suficiente información acerca del estilo de Lloyd (a pesar de haber leído algunas pésimas críticas a Mamma mia!) y segundo, porque, circunstancialmente, de los dos biopics importantes de las últimas semanas vengo a dar con el menos interesante a priori, y a posteriori también.
Phyllida Lloyd tenía en sus manos un personaje fuerte y complejo como Margaret Thatcher, de gran influencia en la política mundial durante 11 años de gobierno en Inglaterra en una década convulsionada en su país y en el exterior. Ante sus ojos de primer ministro desfilaron, entre otras cosas: la recesión y caída estrepitosa de la economía inglesa, la guerra de Malvinas, el alzamiento de una salvaje era neoliberal y hasta la caída del muro de Berlín. Con todo esto por contar, Lloyd se limita a mostrarnos a una viejecita con demencia senil, que recuerda en forma de flashbacks sus años políticos con admirable linealidad y que no puede olvidar a su esposo muerto con el cual alucina.
Entonces en vez de una gran película sobre un gran personaje (detestable sí, pero relevante) tenemos un film más bien pequeño que poca justicia le hace a la historia de Thatcher. Merodea por allí esa idea anglosajona de las “grandes democracias” del norte, que sería algo así como: todo dictador es un hijo de puta, y todo gobernante elegido en democracia es justificable. Idea falaz sobre todo si pensamos que, elegido por el voto o no, cualquier gobernante llega al poder con cierto aval de un gran sector del pueblo. Ni Alemania fue víctima de Hitler, ni la Argentina de la Junta Militar, estaba dentro de los ciudadanos el deseo y el aval para que estos seres consiguieran gobernar. La dama de hierro no festeja el gobierno de Thatcher, pero si la justifica, y casi siempre interponiendo la frase, “el pueblo la votó”. Por otro lado, el gobierno de la dura Margaret con sus medidas económicas, la opresión a las clases trabajadoras y la utilización del conflicto de Malvinas para darle vida a una gestión desastrosa tiene mucho que ver por ejemplo, salvando las distancias, con el de las Junta Militar aquí en la Argentina.
La dama de hierro no profundiza sobre estos temas ni ningún otro. No vamos a ver en ella ningún dato o mirada profunda sobre la influencia de Thatcher en la política de fines de siglo, al contrario se nos contará lo mismo que alguna vez escuchamos o imaginamos de cómo este personaje actuó en Inglaterra ,y lo que hizo durante la guerra que es lo que más nos concierne como país contendiente.
En otro orden de cosas, decir que claramente este film es una excusa para darle el Oscar a Meryl Streep. Su actuación es contundente y por momentos brillante. Y además el trabajo de los maquilladores es de una calidad impresionante a tal punto que Lloyd no se cansa de filmar a Streep de todos los ángulos y la muestra en pantalla lo máximo posible.
Por detrás de ese unipersonal de Streep, intenta aparecer una película que a fin de cuentas se queda ahogada en lugares comunes e ideas agotadas.