En lo que refiere a las secuelas por suerte ya no se cumple a raja tabla la infame frase “segundas partes nunca fueron buenas”, como consecuencias de más que ingeniosas (y exitosas) continuaciones de grandes títulos. Ejemplos sobran.
Ahora bien, lamentablemente hay muchos casos en los cuales aplicar ese viejo concepto y, por sobre todo, sucede en las sagas de películas de terror.
La dama de negro fue una grata sorpresa en 2012, con una ambientación e historia muy redondita que generó climas totalmente acertados para el género con un buen laburo de Daniel Radcliffe post Harry Potter.
Esta secuela es la antítesis de la primera parte dado a que no posee nada original y contiene todos los clichés posibles de manual salvo por un plano en donde se muestra a un niño muerto, algo que Hollywood siempre prefiere evitar y que por algún motivo aquí quedó.
En cuanto a la construcción del ambiente, uno se da cuenta que va a aparecer la “escena del susto” segundos antes de que suceda y encima lo que se ve en pantalla es repetitivo hasta el cansancio.
Más allá de eso, la historia no tiene un trasfondo que logre entretener y/o generar empatía por los protagonistas, cuya laboral actoral no dice prácticamente nada.
Tanto la desconocida Phoebe Fox como la inglesa Helen McCrory deambulan por la pantalla de un lado al otro sin lograr que nos enganchemos con sus personajes y “robándoles” tiempo a los verdaderos protagonistas (o por lo menos quienes merecerían serlo): los niños.
El director Tom Harper debuta en Hollywood con una secuela forzada donde no logra ni segundos del terror que su antecesor James Watkins había conseguido en la primera parte.
La dama de negro 2 no asusta y por ello se convierte en el primer estreno de este tipo que habrá en 2015 pero que -como siempre se dice por acá- encuentra lugar en la cartelera local debido a los miles de amantes del género y espectadores ocasionales. Estos últimos, están avisados.