Pura niebla
Dos elementos confirman que este intento de secuela de lo que fuera una buena propuesta de terror gótico impulsada por la Hammer hace tres años termina desgastándose con esta innecesaria segunda parte, pero lo que es más triste aún con muchas chances de que continúe en otra secuela próximamente.
Es que la fórmula bien aplicada por el director James Watkins en La dama de negro, que sabia explotar desde la puesta en escena los recursos austeros para construir climas lúgubres más que golpes de efecto en la pantalla, en esta ocasión es absolutamente dilapidada por el británico Tom Harper, quien en primera instancia no contó con la ductilidad expresiva de Daniel Radcliffe ni tampoco con un antagonista de fuste como Ciarán Hinds, para apenas conformarse con la inexpresiva Phoebe Fox, en su rol de institutriz con pasado traumático.
En La dama de negro 2 la premisa es bastante endeble y la llegada a la famosa casona de ese pueblo atravesado por secretos y niebla parece tomada de un manual de guión para principiantes: Segunda Guerra Mundial que lleva a un grupo de alumnos, la mayoría de ellos huérfanos víctimas de las bombas que arrasaron con su familia y hogar, a buscar refugio en las afueras de Londres y así continuar su educación, en tanto y en cuanto la guerra no cese. Ese pretexto conecta con el escenario y desde el mismo concepto con la maldición del fantasmita vengativo, al que no hay que mirar si es que se quiere conservar la vida y mucho más si de niños se trata, como es el caso de uno de los protagonistas que casualmente ha dejado de hablar desde que sus padres murieron.
La falta de eficacia, la pereza para consolidar una secuencia que valga la pena destacar, donde los mecanismos para el susto se activen de manera coordinada y no apelando al sobresalto del artificio, son suficientes elementos negativos para reforzar la sensación de que esta secuela no está a la altura de su antecesora. Ni siquiera promediando la última mitad, en la que el director parece haberse acordado de algunos trucos sencillos para despabilar a la audiencia.