Una mina jodida
Los niños se suicidan. Así, sin más. Las extrañas muertes suceden en un pueblo inglés hasta donde llega el atribulado Arthur Kipps (Daniel Radcliffe) con una misión clara de su jefe, conseguir los documentos de una mansión abandondada. Kipps no está en su mejor momento, deprimido por la muerte de su esposa al dar a luz a su hijo y sin dinero acepta la última oportunidad que su jefe le da. Y allá va, a un pueblo que de entrada se muestra hostil con él, excepto Sam Daily, el millonario del lugar que ofrece su ayuda al joven.
Paisajes tenebrosos, neblina, la marea que sube y aisla. Una casa donde los aparecidos hacen de las suyas y sacan lo valiente de Kipps. ¿Qué sucedió en ese lugar? ¿Por qué mueren los niños? ¿Quién es la mujer de negro?
Con una notable ambientación y el tono justo que precisan este tipo de filmes, los amantes del género disfrutarán luego de mucho tiempo de una auténtica pieza de terror a la vieja usanza. Aunque allí tal vez también radique su falencia: la falta de novedad.
Lo importante es que Watkins dirige con precisión, no escatima sustos que están bien musicalizados por Marco Beltrami y cuenta con una puesta artística que hace honor a lo mejor de la Hammer.
Daniel Radcliffe cumple con su parte, sin muchos matices, sale airoso con lo justo, en tanto el solvente Ciarán Hinds lo secunda y encabeza un elenco sin fisuras.