Terror a la antigua que asusta en serio
Harry Potter se hizo mayor de edad y ahora le tocó sufrir horrores dignos de la Hammer. Es una combinación un poco rara pero razonable: terminado Potter, algo tiene que poder hacer para continuar con su carrera el hasta ahora eterno teenager Daniel Radcliffe, y tal vez su popularidad previa pueda ayudar a reflotar la nueva era del legendario estudio del terror inglés clásico, la Hammer Films, que hasta ahora no ha logrado ningún éxito ni nada que se le parezca desde su reciente resurrección.
Si uno se olvida del famoso mago, se le puede creer a este abogado que tiene que arreglar los asuntos de una clienta recién fallecida en una mansión espectral de un paraje desolado, cercano a un pueblo horrible donde nadie quiere a ningún forastero.
Por suerte, como nadie vio por aquí a Radcliffe haciendo un personaje adulto, padre de familia y todo, más que con Potter uno se lo puede confundir con el sufrido Elijah Wood, que suele tener que interpretar este tipo de roles. En todo caso, la historia y las imágenes son lo bastante eficaces y tenebrosas como para que las expresiones de sufrimiento del protagonista estén plenamente justificadas.
Es que esta historia clásica de fantasmas apunta al clima ominoso del glorioso horror gótico europeo, y si bien el director James Watkins no es Terence Fisher, aquí hay buenas ideas y un generoso presupuesto a la hora de concentrarse en los terrores de
la casa embrujada donde este pobre abogado tiene que pasar unos difíciles momentos a solas, apenas con la compañía de un perrito que, para que no desespere del todo, le presta el aristócrata del pueblo, sólidamente interpretado por el talentoso Ciaran Hinds.
Más allá del encanto clásico de la historia sobre la espectral dama del título vengándose por una injusticia sufrida años atrás (castigo sobrenatural infligido sobre todo niño que se acerque al lugar), Watkins se ocupa de que el clima desolador y fatídico no se aligere nunca. Especialmente logra darle gran fuerza horripilante a los momentos más terribles, intentando asustar con recursos elaborados y no tanto con el gore que uno esperaría de una producción Hammer. Por momentos realmente lo consigue, convirtiendo a «La dama de negro» en un raro experimento de terror a la antigua, muy serio y sin una pizca de humor, pero que, cuando funciona, lo hace muy bien.