La Dama de Oro, o el Retrato de Adele Bloch-Bauer I, es una obra de Gustav Klimt perteneciente a la familia judía Bloch-Bauer, que fue “confiscada” por los nazis en la década del 30’. Durante muchos años, esta pintura fue exhibida en la galería austríaca Belvedere, siendo uno de sus principales atractivos, algo así como una especie de símbolo nacional, una Mona Lisa austríaca.
La película de Simon Curtis cuenta la historia del caso de María Altmann (sobrina de Adele Bloch-Bauer y exiliada a los Estados Unidos en 1938) vs. la República de Austria, el intento de María de recuperar esta obra y todo lo que esta simboliza, pero con el contratiempo de que el gobierno austríaco no la quiere largar ni a gancho -vale agregar que la pintura está tasada en 135 millones de dólares. Helen Mirren interpreta a María, una mujer mayor, medio estirada y quisquillosa pero que en el fondo es una copada, y el “talentoso” Ryan Reynolds a Randol Schoenberg, su joven e inexperto abogado.
Curtis cuenta de manera atractiva algo que en la vida real debe haber sido alto embole. Alternando flashbacks de la ocupación nacionalsocialista en Austria desde el punto de vista de María y mechándolos con el tiempo presente, la cosa se hace más dinámica y entre dramón e injusticia aparecen siempre chistes (mediocres) que le sacan algunos kilitos de angustia a la historia. No hay una gran química entre Mirren y Reynolds, que por más que le quiera poner onda no es Steve Coogan en Philomena (Stephen Frears, 2013), pero la cosa se hace llevadera.
Simon Curtis logra que nos involucremos con la causa de María hasta la médula.
Tengo una teoría berreta, pienso que películas como esta, que implican ganarle una pulseada a los nazis, siempre van a atrapar al espectador, que vive este tipo de relatos con impotencia y como propios. Simon Curtis logra que nos involucremos con la causa de María hasta la médula, porque si gana significa un punto menos para los nazis, y nos atrapa y nos lleva de las narices hasta el final aunque sepamos la resolución (y aunque sepamos que ese “punto menos” tampoco cambia el resultado). Por último, como gran producción norteamericana, esta película nos trasmite un hermoso discurso pro-yanqui que ya es bastante conocido, algo así como “Estados Unidos es una tierra de justicia y libertad y los norteamericanos son los salvadores del universo y de todas las galaxias far, far away“.
La Dama de Oro es una película entretenida, para pasar el rato, indignarse, recordar hechos nefastos de nuestra Historia y lagrimear un poco, pero algunas cosas estaría bueno tomarlas con pinzas, no nos olvidemos de que esta historia está filtrada por una Melita yanqui.